Saludos cordiales, queridos concurdáneos:
¿Quién no la ha pifiado alguna vez en la vida? Cualquiera; equivocarse es de humanos. Pifias las hemos tenido de todas clases y colores, desde esas que pasan desapercibidas hasta aquellas que, una vez nos percatamos de la metedura de pata, deseamos fervientemente que nos trague la tierra. Pero, tal como dije antes, son errores perdonables para las personas de a pie.
¿Pero qué ocurre cuando son cometidas, y además quedan negro sobre blanco para constancia innegable ad perpetuam, por aquellos profesionales o medios de comunicación a los que se le supone por oficio una rigurosidad en el desarrollo de su trabajo? Hablo de redactores, periodistas y escritores que de vez en cuando van dejando algunas perlas por ahí repartidas ejemplos del desajuste del idioma o de supuestos conocimientos que ciertamente no lo son.
Esta sección he querido llamarla así porque pretendo que sea, con la colaboración de ustedes, una recopilación de pifias que son ejemplares porque son ejemplos de pifias pifias: en periódicos, libros, folletos, carteles…, en cualquier soporte de letras que puedan ser fotografiadas y llevadas a este estrado como prueba del delito.
Eso sí, se tienen ustedes que tomar el trabajo de hacerles la foto y volcarlas aquí. Bien, si eso excede a su capacidad operativa o sencillamente son ustedes unos flojos, pueden aportar aquellas pifias flagrantes que han pasado a la historia de puntillas. Por ejemplo: ¿recuerdan aquello que escribió nuestro paisano de D. Robin y mío ‘cuando clavas en mi pupila tu pupila azul’? ¿Hay pifia o no hay pifia ahí?
Pues dejemos la teoría y vayamos a la práctica: ahí tienen la pifia inaugural de este hilo que es de todos ustedes. Díganme, ¿qué coligen al leer ese titular?
Hola, Robin:
Creo que siempre habrá gente que no sepa escribir bien ni medianamente bien. Los años de educación obligatoria han aumentado en España pero no veo yo que se tenga (en general) un mayor conocimiento de la lengua (aunque de otras cosas quizás sí).
Como sugieres, es posible que a estas personas las circunstancias de su vida les hayan privado de la oportunidad de saber escribir mejor. También es posible que hayan tenido la oportunidad de aprender más sobre la lengua pero les da igual – no les apasiona el tema.
Estoy de acuerdo contigo en que hay que aplaudir a quienes se atreven a expresarse, a transmitir un mensaje, como buenamente puedan.
Pero creo que la idea inicial de esta entrada era sobre los errores que cometen los que consideramos «profesionales de la lengua escrita», es decir, periodistas y cía. ¿Me equivoco?
Un saludo a todos.
Muchas gracias, Nibbles, por darnos tu parecer, como siempre tan juicioso.
Me alegra que coincidamos en todo lo que expones (y eso quiere decir que yo también soy juicioso, jajaja). No, en serio, estoy muy de acuerdo contigo, por ejemplo, cuando dices lo siguiente:
«También es posible que hayan tenido la oportunidad de aprender más sobre la lengua pero les da igual – no les apasiona el tema».
Sí, porque esa desgana la he detectado yo en la mayoría de los operarios que años atrás tuve a mi cargo en la empresa. Eran unos cuarenta y los había de todas las edades.
Verás: si a alguno de nosotros se nos escapa una falta de ortografía, seguro que nos dolerá muchísimo cuando después nos demos cuenta (y ya no se pueda enmendar) o cuando alguien nos la corrija, sobre todo si es en público. Yo, hasta me podría colorado («tierra trágame»). Sin embargo, a la mayoría de las personas que he mencionado antes no les afectaba lo más mínimo el hecho de que yo les tuviera que corregir las faltas. Es decir que no sentían vergüenza por no dominar la ortografía, ya que consideraban que era algo ajeno a su oficio, del mismo modo que yo puedo considerar ajeno a mí cualquier tema relacionado con la biología molecular, pongamos por caso, y no me avergüenzo de mi ignorancia en ese campo.
Un abrazo. 🙂
Ah, sí, tienes razón, Nibbles, en que yo no debía haber incluido este asunto en «Pifias jemplares» (dedicado más bien a comentar frases de periodistas, políticos y demás personajes), pero el caso es que lo hice por inercia, ya que el párrafo en cuestión lo encontré en un periódico nacional de gran tirada (en una página en la que opinan sus lectores); pero sobre todo por no querer abrir una sección específica acerca de los sistemas educativos españoles, pues me consta que muchos blasiteros los conocen mejor que yo.
Sí, Robin, a mí me duele casi físicamente cuando detecto una falta de ortografía garrafal o una mala gramática pero, ante la tentación de juzgar, siempre intento recordarme a mí misma que yo soy ignorante en casi todo lo demás.
Donde creo que no está justificada esa indiferencia (que no ignorancia) hacia la lengua es dentro del sistema educativo – a todos los niveles y tanto por parte de estudiantes como de enseñantes. ¡Eso sí que me pone mala!
Un abrazo
Buenas tardes:
Conforme de nuevo, Nibbles. No obstante, como tal vez yo no me explicase bien cuando hablé del dolor que me produce la detección a posteriori de una falta de ortografía, dejo claro que me refería al caso en que la falta la hubiera cometido yo. 🙂
Un abrazo.
Y para no enviar un folio casi vacío a Ca Blasita, voy a aprovechar el espacio que queda en blanco para comentaros que estoy a punto de terminar la lectura de una novela que nos recomendó Milord hace unos meses. Se trata de Hombres buenos, de Arturo Pérez-Reverte, que tiene la particularidad de que los protagonistas principales son dos miembros de la Academia de la Lengua (siglo XVIII).
A mí me parece una gran novela, muy bien narrada (con un léxico culto pero no rimbombante), que además tiene la virtud de estar documentada con todo rigor y meticulosidad, extremos que sin duda precisan realizar una labor de investigación muy amplia y realmente compleja.
Pero lo importante no es lo que yo diga sino lo que opinen los expertos, y en este sentido observo que las críticas son inmejorables. Al menos las que contiene esta página web: http://www.perezreverte.com/libro/639/hombres-buenos/
Muy bien, pero (no pongo coma antes de la interrogación, Blasita 🙂 ) ¿no resulta chocante que en una obra de estas características se le escapen en la narración dos o tres expresiones de otra época al autor?
Quizá esté yo confundido (a ver qué opináis vosotros cuando os dé los detalles), pero en todo caso no hay que dramatizar, puesto que de haber algún gazapo estaríamos en el terreno de lo anecdótico, simplemente. Veamos:
Yo creo que la expresión coloquial que voy a escribir a continuación en negrita es de uso relativamente reciente, que nos ha llegado a través de nuestros jóvenes, como no:
–Te gustan las canciones de XX?
–No.
–¿¡Que no te gustan!?
–Para nada.
Pues el caso es que esa expresión la pone Pérez-Reverte en boca de un académico del siglo XVIII. Está en la página 249 de la edición «Debolsillo» (es la que compré porque la otra que me ofrecieron era más cara, jeje). Transcribo esa parte del diálogo:
–¿No se estará usted choteando de mí? –inquiere el abate amoscado.
–En absoluto.
–Pues lo parece, la verdad.
–No… Para nada.
Otro gazapo (siempre según mi criterio) se encuentra en la página 328, justo en este dialogo:
–Tenía sed –responde Raposo.
–Estás en el sitio adecuado, compañero –el policía señala con el bastón de nudos un portal–. ¿Tinto o blanco?
–Déjate de mariconadas –se burla Raposo–. A esta hora, aguardiente.
Sobre esa expresión he consultado en CORDE y me ha dado dos resultados, pero son de 1970.
Otro caso está en un diálogo de la página 447:
A Raposo se le ha secado la boca pese al vino.
–¿Y?
–La impresión es que la viuda vende.
–No jodas.
Para esta última expresión, el CORDE me da varios resultados, pero el más antiguo es del año 1968.
Es posible que haya otros casos, como por ejemplo arrimar candela con el sentido de disparar a mansalva, pero lo voy a dejar aquí porque no los veo tan claros como los tres que he referido.
Para finalizar voy a citar una frase del libro que ya no tiene que ver con posibles errores sino con una interesante Entrada de Madri, en la que debatimos sobre las expresiones Coser a puñaladas/navajazos/balazos, y cuya conclusión fue la de que ese verbo significaba en tales casos llenar de. Bien, pues Pérez-Reverte lo utiliza aquí con ese significado (página 399) hablando de sí mismo: Jacinto me cosió a botonazos. Ocho en los primeros asaltos […], y se refiere a los toques de florete que le propinó su eventual profesor de esgrima.
Nada más. Un abrazo, amigos.
Buenas tardes:
Estoy de acuerdo con lo que habéis dicho, Robin y Nibbles.
Siempre he creído que saber hablar y escribir correctamente son cimientos sobre los que se sustenta la estructura educativa y social. Podemos tener una vivienda preciosa y cara, sin embargo, si los cimientos no son firmes, la casa se puede derrumbar. He leído trabajos de secundaria y de universidad que avergonzarían a cualquier persona medianamente cabal y responsable. Me da mucha pena que, al menos en mi comunidad, no se dé la importancia necesaria al saber escribir observando unas reglas ortográficas generales mínimas y que, en cambio, se ponga todo el interés y todos los recursos en obtener cualquier otro conocimiento «superior»; esto es, empezar por el tejado sin tener bien apuntalados los pilares.
En unos de mis últimos encuentros y tutorías con padres y alumnos en España, los padres me transmitían su inquietud por sus hijos, aunque casi ninguno de ellos preguntó directamente por los conocimientos adquiridos o por la línea que se iba a seguir en este sentido. Una madre de una adolescente pedía que se comparara el inglés con el español para que su hija entendiera mejor la gramática inglesa, pero la realidad es que a la chica le faltaba una mínima base gramatical en su propio idioma. Un joven universitario, que había presentado una tesis con faltas de ortografía garrafales, no lograba entender por qué esto no era aceptable: lo suyo era Geografía y Historia, no Lengua y Literatura. Otra joven de primero de universidad hizo un examen empleando básicamente lenguaje SMS o de chat: argüía que yo estaba ya mayor y no entendía lo que era el lenguaje actual. A pesar de que todo es totalmente verídico, es una mera experiencia y no es posible generalizar.
Me parece que ni como en el pasado, cuando algunos tuvimos que aparcar los estudios y empezar a trabajar demasiado pronto —probablemente sea el caso del autor de ese comentario que ha compartido con nosotros Robin— y pescar algo más de educación cuando bien pudimos, ni como a menudo ocurre actualmente en mi entorno, que bastantes desechan o rechazan la importancia de saberse expresar bien en todas las situaciones y escribir sin faltas de ortografía en español. Para mí tener cuantas más carreras universitarias posible, no significa necesariamente ser más culto —como es la creencia general—, y respeto inmensamente a esas personas que han luchado por enriquecerse culturalmente aun cuando la vida no les ha mostrado su mejor cara.
Lo voy a dejar aquí porque no quiero aburrir al personal, pero habría mucho que decir sobre este tema.
Un abrazo.
Me alegra saber que la impresión que tuve cuando leí El capitán Alatriste no fue solo cosa mía. Entonces me sorprendió sobremanera que personajes del siglo XVII utilizaran, ahora sí, ahora no, un lenguaje a caballo entre la mayor de las modernidades actuales y el que supuestamente sería lo normal en su caso.
Me está ocurriendo lo mismo con Hombres buenos, y esto me hace pensar que algo ocurre. No digo nada más porque sé lo forofo que nuestro querido milord es del escritor y académico, el señor Perez-Reverte, don Arturo, y le aprecio demasiado, a Milord, para evitar la ambigüedad de ese le, como para darle un disgusto.
En fin, que como estamos en el apartado de pifias, quería compartir con vosotros la última con la que me he topado no ha muchos días: alguien que decía «apollarse» en sus amigos cuando estaba pasándolo mal. Así lo escribió la entrevistadora del Diario Vasco. Ahora ya lo han corregido, pero guardo la captura de página. ¡Lástima que no la podáis ver! Aunque… mejor que no.
Un abrazo
Buenos días:
La palabra Mesta (en femenino y con mayúscula) es conocida porque es el nombre que se dio en la antigüedad a ciertas asociaciones de ganaderos, tal como indican los diccionarios DLE y DUE. Pero este vocablo tiene –escrito ya con minúscula– media docena más de significados en el DLE, como se puede comprobar a continuación, si bien en este comentario sólo voy a centrarme en la acepción nº 6:
Y el DUE define este término así:
Por consiguiente, a las zonas en que convergen corrientes de aguas hay que llamarlas mestos, según el DLE, o mestas, según el DUE.
Esto quiere decir que, por un lado o por otro, pifia habemus, puesto que en uno de los dos diccionarios hay una información falsa; y en el improbable caso de que las dos formas fueran correctas, la pifia sería por omisión.
Pero esto hay que investigarlo con cierto rigor, ya que es un asunto muy delicado y no se puede tildar así alegremente de poco fiables a nuestras máximas autoridades lexicográficas. Pero eso lo haré pasados unos días porque esta semana para mí va a ser «de locos» (aún más si cabe 🙂 ). Por el momento, sólo me ha dado tiempo a averiguar que en España existen estos tres lugares:
–Aguasmestas, Asturias: aldea en la confluencia de los ríos Somiedo y Pigüeña.
–Aguasmestas de Omaña, León: localidad en la que convergen los ríos Omaña y Vallegordo.
–Aguasmestas de Quiroga, Lugo: complejo turístico junto a rio Sil que alberga al Club Naútico Aguas Mestas.
No obstante, si alguno de vosotros tiene más información sobre este particular, que no dude en aportarla. Muchas gracias.
Nos vemos la próxima semana. Que lo paséis bien. Muchos ánimos y también muchas felicidades a Madri (día 16) y demás Carmencitas que nos leen. Un fuerte abrazo.
Buenas tardes a todos:
Aunque Robin ya lo ha anunciado en nuestro rinconcito de conversación privado, me parece necesario escribir una reseña aquí para que todas las personas que lean esta conversación sepan que el tema que introdujo Robin aquí (mestas o mestos) —ver anterior comentario— ha pasado a formar una nueva conversación. Robin y yo hemos decidido que este tema se merecía una entrada propia y ya la tiene. Todos los comentarios relacionados han sido trasladados a dicha conversación. Si desea escribir un comentario sobre este tema, por favor hágalo en esta entrada. En este sitio siempre agradecemos cualquier contribución. Gracias.
Un cordial saludo y gracias por leer nuestras conversaciones.
Blasita
Hola amigos:
Espero que estéis disfrutando de unas merecidas vacaciones o a punto de hacerlo.
Voy a aportar una nueva pifia (o dos). No cumple exactamente los requisitos que indicó Milord al principio de la entrada ya que el autor no es ni redactor ni periodista ni escritor (que yo sepa) pero la pongo aquí porque me tiene bastante indignada.
Lo que viene a continuación es un extracto de un email que recibí del, y firmado por, el mismísimo Instituto Cervantes. Sí, los mismos que van a dictaminar si yo sé hablar vuestro idioma en la prueba «DELE»:
Confirmadme, por favor, ese «de» también está mal, ¿no? al no tratarse de una suposición.
Saludos a todos
Hola, Nibbles:
Estaba contestando a Madri cuando he visto tu comentario. Y como decía aquel político, «me he quedao pahmao».
Sí, yo también opino que «deber de» indica suposición; así que la preposición sobra en esa frase. Y cuando el verbo «deber» no lleva la preposición «de», indica obligación, como sabes, pero el DPD, que es tan benevolente, admite que también pueda indicar suposición. Pero lo contrario, no, que es tu caso.
Por otra parte, entiendo que si dices «ese «de» también está mal, ¿no?» es porque lo de a ver en lugar de haber es demasiado obvio y no hace falta comentarlo. En fin, un escrito para enmarcar y llevarlo a la prueba DELE.
Y una coma después de «Unión Europea» tampoco vendría mal.
Un abrazo.
Gracias, Robin, por confirmar mis sospechas. Me voy a mantener bien calladita hasta que me den las notas – por si las moscas 😀
Hola, Nibbles y todos:
No me puedo creer que eso lo haya escrito un examinador o corrector del DELE. Se me ocurre que sea una corrección fallida de uno de esos programas de corrección gramatical. Aun así, no habría disculpa y, como Robin, estoy estupefacta. Si nos lo puedes decir, Nibbles, ¿quién firma el correo, por favor? No me refiero al nombre en sí, sino al cargo que ocupa y el departamento que representa. Aunque es de suponer que se tratará de personal administrativo, insisto en que esos errores en esa comunicación no tienen disculpa para mí.
Si bien es cierto que no puedo hablar de la situación en España en primera persona, estoy segura de que se mantiene la calidad en todos los países por igual. Durante cierto tiempo impartí cursos de preparación del DELE fuera de España y puedo aseguraros que se puede confiar plenamente tanto en esa institución (Instituto Cervantes) como en ese examen de español (DELE), que son actualmente referencia del idioma español en el mundo.
Un saludo cordial.
Hola Blasita:
Me reconfortan mucho tus palabras ya que yo también tenía en alta estima al Instituto Cervantes. Sin embargo, para dos veces que me he rozado con ellos, me he quedado decepcionada.
Tú lo sabes y el resto de los amigos de este café habrán adivinado que debido al panorama actual, y a buenas horas, me he puesto a sacar la nacionalidad/ciudadanía española.
Mi primer incidente fue que al presentarme a la prueba CCSE del Instituto Cervantes, el supervisor del examen (procedente de un centro subcontratado) se empeñó en que yo tenía que aportar un documento de identidad de mi país de origen. Me permitió hacer el examen pero luego me dio a entender que más me valía conseguir ese documento (inexistente) porque estaba en situación irregular.
De ahí mis posteriores comunicaciones con el IC. Me han reconocido que aporté la documentación adecuada y yo les he pedido que lo pongan en conocimiento de ese supervisor para que otro británico no tenga que pasar el mismo mal trago que yo.
El extracto que puse en este café ayer fue la respuesta que recibí al respecto. Sin duda, el/la que me respondió fue un/a administrativo/a del departamento de «atención al cliente», a donde dirigí mi comentario (tirando a reclamación).
No hubo otra firma que «Instituto Cervantes».
Si os parece procedente, pongo el email entero, que total, son dos líneas más. ¡Pero el «a ver» me supo fatal!