—Hola, me llamo Blasita y no tengo cuenta en Facebook.
—¡Hola, Blasita!
¿Me veré alguna vez en una reunión de estas?
Recuerdo la cara, mezcla de extrañeza, sorpresa y consternación, que ponían mis colegas de docencia en el extranjero cuando me decían cosas como estas:
—¿Que no estás en Facebook? ¿Cómo te las apañas?
—Pero tienes ordenador, ¿no? No entiendo. Entonces ¿cómo es que no estás en Facebook?
Ellos usaban esa red social para, básicamente, mantener diálogos de besugos o colgar fotos de todas y cada una de las cosas que hacían en el día —incluido, por ejemplo, entrar al baño o darse un beso de tornillo con su pareja—. Como mis excusas parecían no servirles, accedí a abrirme una cuenta. En cuanto volví a España me di de baja. Me gusta hablar directamente con la gente; por teléfono o correo electrónico en los casos en los que no me es posible hacerlo en persona. Y vivo tranquila y feliz sin Facebook. Se puede ser una persona sociable y a la vez no ser ni antisocial ni antiredes.
He podido comprobar que algunos miden su valía como personas y la de todo lo que hacen por cuántos me gusta logran con su comentario o su sitio web. Otros buscan el contador de me gusta de una página o comentario antes de leerlos o echar un simple ojo al sitio. Todos ellos viven pendientes de las redes sociales, con la mirada fija en su teléfono tonto, y prefieren, bastantes veces, escribir un mensaje en Facebook o tuitear a levantar la mirada y marcar un número de teléfono o dar dos pasos para acercarse a hablar con la persona.
No se interprete que pienso que las redes sociales son en sí inútiles o odiosas. Por ejemplo, me parece una herramienta excelente para que los profesionales se promocionen y amplíen su red de contactos. Si se quiere mantener contacto con grupos de amigos por este medio, pues también. Como en casi todo en esta vida, creo que la clave está en el uso moderado y responsable y en el respeto para con los que hayan decidido no utilizarlas.
Hi Blasita (and everyone else, of course),
I hope it’s ok if I answer in English.
I share your thoughts to a large extent. LIFE IS POSSIBLE without Facebook!
I opened an account when a friend of mine told me it was the best way to see her son’s photos from Canada and I still haven’t worked out how it all works!
Since then a few people have requested to be my «friend» and I accepted in the case of those I know well and/or am fond of. But I’m just a «voyeur» when I occasionally visit.
Yes, sometimes you can see beautiful photos, it can be interesting to read different opinions on current affairs, and you can have a laugh at a witty joke or cute animal picture.
But, as you say, 90% of it is just trivial blurb and a complete waste of time. You can even let yourself in for disappointments … someone I esteemed is obviously a radical racist according to the comments she posts on Facebook. I’d never picked this up when I’d spoken to her personally.
Maybe the (racism) conversation just hadn’t cropped up between us, but some people seem to be more disinhibited on a medium that the whole world can see than in a private conversation. I find that weird!
Hola, Nibbles:
¡Qué alegría verte por aquí! Muchas gracias por tu comentario. ¡Ya somos dos!
No hay ningún problema en escribir en inglés; espero que no te importe que lo haga yo en español, idioma que sé que dominas a la perfección.
Vaya historia. Sí, yo también he conocido a algunos que se muestran más desinhibidos en las redes sociales que en persona. Y creo que esa sensación de falsa impunidad que dan las redes sociales —propiciada por la distancia física y también, en algunos casos, el anonimato— hace aflorar en algunas personas ciertas actitudes que reprimen en la vida real.
Un fuerte abrazo.
Hola, estimada Blasita. Muy buenas noches.
Este es un tema que tiene mucha pulpa para masticar, tragar y hasta escupir, porque la integración de los teléfonos tontos con las redes sociales da como resultado un virus muy peligroso y contagioso, cuyo síntoma principal es el de andar por la calle con la boca abierta y perder todo contacto con el mundo que nos rodea. Como no quiero ponerme fastidioso, talento innato que tengo y que a ratos me cuesta mucho ocultar, me gustaría hacer unas pocas reflexiones antes que me eche a golpes el portero o el vigilante:
1) ¿De dónde sacan tiempo estos simpáticos adictos para participar en las redes sociales? Digo, la vida está un poco apretada ahora. Uno corre de aquí para allá, tratando de no perder el modesto lugar que nos abrimos a codazos en un mundo sobrepoblado y bastante injusto. Trabajamos, estudiamos, cuidamos a nuestros padres y a nuestros hijos, tenemos parejas, cargamos con las responsabilidades cotidianas, practicamos deportes, tocamos un instrumento, visitamos a los amigos, nos bebemos unas cervezas, bailamos y cantamos, ¡qué se yo!, la lista puede ser más o menos compleja según los gustos de cada quien. Por eso, me pregunto de dónde sacan tiempo los adictos a las redes sociales para pasar hora tras hora tras hora con aquel apéndice electrónico en la mano, dedo arriba y dedo abajo, pendientes de si alguien dijo algo gracioso en el tuiter o si pusieron una foto artística y memorable en el Instagram. Horas y horas, que al sumarlas se convierten en semanas y meses. Megas y megas echados a la basura, al enorme vertedero del universo digital. Creo que la única manera de tener tiempo para revisar paranoicamente las redes sociales es quitárselo a otros procesos medulares de la vida, como tener amigos reales o encaminarnos y avanzar un poco más en nuestro proceso individual evolutivo. O acciones tan cotidianas como trabajar bien, estudiar bien, comer bien, o incluso divertirse bien. La suma de todo da uno, y el tiempo no escapa a esta ley universal. Si pasé dos horas contando cuántos “me gusta” tuvo mi último destello de genialidad en el feisbuc, quiere decir que le quité dos horas a mis hijos, a mi pareja, a mis padres, a mi aprendizaje, a mi hedonismo, al libro que leo, incluso a mi sueño y descanso, y creo que todo esto nos lleva al segundo punto:
2) ¿Alguno de ustedes vio la película japonesa Kairo? Es impactante, y trata de esto. De cómo nuestra generación afectada por la Internet y las redes sociales se va disgregando y encapsulando, hasta que llega un momento en que languidecemos tanto y nos quedamos tan solos, que comenzamos a parecernos a los fantasmas. Es decir, al perder contacto con los demás, es como si de alguna manera nos estuviéramos muriendo por dentro. Y es contagioso, además, y todo termina convertido en pandemia. “Siempre la muerte fue la soledad eterna”, dice un fantasma bastante aterrador al final de la película. Lo virtual nos quita la vida, sin darnos otra a cambio. Regalamos lo único que en realidad tenemos, que es nuestra vida, o nos la roba el sistema, no lo sé, pero perdemos nuestro precioso anillo de Mordor a cambio de una ilusión de vida, de una vida de mentiritas. Soy popular, aceptado y exitoso si tengo mil amigos en el Feis, si retuitean ciento siete personas mis mensajes, pero en la oscura realidad estoy solo comiendo platanitos salados en una cama, eructando fermento de ajo y olvidado de qué se siente besar o ser besado con amor. Lo veo, lo pienso, me lo describen, lo sueño, pero no lo toco ni lo huelo, así que es mentira, no existe. Lo que me lleva al próximo punto.
3) Hay un viejo cuento humorístico llamado “El Mago de la Cara de Vidrio” (Eduardo Liendo, 1973), que trata de un hombre común que cometió el error de llevar un televisor a su casa. El mago es, por supuesto, el televisor. No les contaré toda la historia, pero el desenlace es el que se imaginan: el televisor rompió desde dentro la unidad de aquella familia sana, y cuando llegó la hora de escoger entre el padre de familia y el televisor, todos se cuadraron con el tele, y el pobre hombre terminó en un manicomio, con el rechazo de los suyos. No se lucha contra el sistema. El que lucha contra el Gran Hermano será aplastado y reformado sin piedad, jajaja. Y, perdónenme que diga esto, pero pienso que, comparados con la tripartita de la Internet, los teléfonos inteligentes y las redes sociales, los televisores son unos niños de pecho. ¿Cuántas veces no nos hemos sentado a la mesa con cuatro comensales más, y nadie se habla por estar con la mirada fija en la pantalla superamoled capacitiva de gorilla glass de su celular todopoderoso, como si fueran pitonisas en pleno trance nigromántico? Tal vez algún abogado del diablo pudiera decir que no es así sino todo lo contrario, que ahora hablamos más, que leemos más, que escribimos más, que estamos más en contacto y que no hay distancia ni tiempo en el universo digital, pero yo no estoy seguro de cuánta comunicación efectiva hay en los mensajes que se dicen a través de las redes sociales (no en la red, que es otro tema). ¿Qué pasará por la mente del señor Liendo ahora? ¿Tendrá tuiter, acaso, para preguntarle? Supongo que sí; ya casi nadie está a salvo. También recuerdo esa fantastica novela de Saramago llamada «La caverna», que en el fondo trata de lo mismo.
En este universo virtual pueden pasar las cosas más asombrosas, y eso me lleva al cuarto y último punto de mi intervención perogrullaresca:
4) Lo acepto con un poco de vergüenza, pero yo también tengo tuíter y féisbuc. Instagram no, porque la verdad es que nunca entendí de qué se trataba. Pero sí abrí cuentas en aquellas otras dos redes, e incluso tengo algunos grupos de whatsapp (o guasap, ya que estamos en confianza) con familia y amigos. De vez en cuando voy dedo arriba y dedo abajo por la calle, sin tener mucho cuidado con las escaleras o las alcantarillas sin tapa que siempre aparecen por ahí cuando menos las esperamos. Pero, tengo más de un año sin participar en ninguna de las dos grandes redes. ¿Por qué? Porque me cansé. El feisbuc es muy parecido la isla de la fantasía. ¡Cómo mienten! Ahí todo el mundo es feliz, todo el mundo es muy sabio, todo el mundo es exitoso, y el que menos puja es un tremendo aventurero. Parejas que en el mundo real se están estrellando los platos y las sillas por la cabeza, en ese mundo idílico con su laguna azul salen abrazados y dándose dulces besos de amor, o escribiéndose mensajes a la vista de todos del tipo “Mi corocoquit@, hoy cumplimos 20 años de casados ya, qué bendición haberte conocido”. Personas que son analfabetas funcionales, que uno sabe que lo son, resultan tan empapados en la filosofía dura que llegan a dar miedo, y ahora citan a Nietzche y a Ciorán como quien cuenta un chiste de Condorito. Personas que nos consta que son cobardes, ruines, traidores, fracasados, egoistas, malvados, bueno, cualquier otro adjetivo oscuro que se les venga a la memoria, cuando se envuelven en la capa azul se transforman no sé si en algo muy super o muy santo, pero así, bien grande, mega, máximo, ísimo, otote, y dan consejos infalibles, y son seguros de sí mismos, y sabios, y humildes, y bondadosos, y sobre todo muy simpáticos,siempre muy simpáticos. Pudiera seguir por horas, pero creo que me estoy pasando.
Mi ex esposa un día me escuchó quejándome al ver estas fotos de utilería y comentarios en los que los pequeños divos trataban de convencer a los demás (amigos, admiradores, fans, seguidores, esclavos, lo que sea que tengan los divos en las redes) de lo exitosos y felices que son, de lo brillantes que son, de lo valientes que son, y ella, más sabia y tolerante que yo, me dijo: “Si tanto te enferma ver eso, pues no entres más; no los leas”; y, bueno, creo que tiene razón. Por eso me arrojé del barco en plena marcha, y ahora floto a la deriva en el mar de la soledad y la anarquía. Cuando sea grande, quiero ser anacoreta; sí, Señor.
No comprendo qué tanto les ven a las redes sociales, ni a los reality shows (¿telerrealidad?) que ahora transmite el mago de la cara de vidrio a toda hora para defenderse de la Internet y no dejarse robar los pocos prisioneros que aún le quedan. Quizá me haya convertido en un amargado poco a poco, sin darme cuenta. Quizá en el fondo soy muy arrogante, y cometo el error común del que cree que quien no piensa como él está equivocado. Quizá simplemente el mundo avanza, y el hecho de que no podamos comprenderlo o no llevemos su velocidad no quiere decir que en las nuevas formas de amar haya menos amor que antes, o menos piedad en el nuevo altruismo, o menos comunicación real en las redes sociales y en los retuiteos y en los me gusta y en los favoritos. Que esta locura de hacer todos lo mismo y opinar lo mismo y bailar y vestir igual tal vez sea otra forma avanzadísima de libertad, una libertad tipo colmena que escapa a los viejos cánones. ¡Qué sé yo! Al final, todo es dinamismo. Solo los muertos están quietos. Pero, ¡bueno!, tal vez estoy muerto entonces, tan verde y gris como los fantasmas de Kairo. Pero, muerto y todo, seguiré teniendo fe en que aún es posible amar de una forma que no esté masificada, de un modo nuestro, patentado, libre, que lo vayamos inventando cada día, aunque más nadie esté de acuerdo, aunque nos llamen locos o perdedores, aunque fracasemos y terminemos quedándonos solos al final por preferir eso a la soledad de los rebaños. Porque es muy triste convertirse en parte de un cardumen de sardinas que ni siquiera conoce el mar y sus encantos. Porque es mucho peor creerse acompañado que aceptar la soledad con el poquito de dignidad que nos queda, que nos han dejado.
Un abrazo de carne, sudor, sangre, pelo y hueso para todos ustedes, admirados y apreciados amigos míos.
Buenas tardes y muchas gracias por tu participación y comentario, Dewek. Da gusto leerte.
No he visto esa película japonesa. Gracias. Echaré un ojo, parece interesante. Voy a hacer un par de comentarios basándome en algunas cosas que dices.
La adicción de algunos a Facebook es una realidad; yo diría que sobre todo entre los más jóvenes. Y es un problema cuando la persona cambia sus hábitos de vida para responder a la exigencia de estar en las redes sociales. Como tú, Dewek, yo también me he planteado muchas veces de dónde sacan el tiempo para participar de tal forma en las redes. Está claro que si alguien está casi todo el día conectado a ellas, lo quita de su familia, estudios o trabajo, encuentros con amistades o conocidos y hasta, por ejemplo, de sus horas de sueño.
Reconozco que soy algo rara, pero cuando estoy intentando hablando con alguien y salen esos pitidos continuos típicos de la recepción de guasapis del teléfono de mi interlocutor y este solo hace que mirar a su teléfono, me pongo negra. A mí el WhatsApp me parece que puede considerarse una red social pequeñita. Si uno es capaz de silenciar o apagar el teléfono en determinados sitios y momentos, bien, pero como con sus hermanas mayores las redes sociales existe el riesgo de estar más pendiente de estas cosas que, por ejemplo, del trabajo o de la familia. Como siempre, creo que depende de si se usa inteligentemente o se abusa de ello con las consiguientes consecuencias negativas para la vida del usuario y los de su alrededor.
Ojalá vengan más comentarios. Y sería muy interesante también si son a favor de la necesidad imperiosa de las redes sociales en nuestras vidas.
Un abrazo fuerte.
Hola, Blasita. El gusto de pasar por aquí y leerlos es solo mío. Muchas gracias.
Te recomiendo la peli. Si vivieras más cerca, te la mandaba. Pero así, tan lejos, creo que es mejor buscarla online. A algunos nos pareció muy buena, y a muchos otros les pareció aburrida y horrible. Hasta ahora, no he conseguido al primer amigo que la haya visto completa, sin dormirse por lo menos dos o tres veces, jaja. Reconozco que es un poco lenta, pero sigo pensando en ella como en una obra de arte. Si llegas a encontrarla y te animas a verla, espero que te guste.
Retomando el asunto original, es verdad lo que dices. Es una verdad que no deja de ser paradójica. Nos refugiamos en los teléfonos para buscar a los demás, para no sentirnos solos, pero por culpa de los mismos teléfonos nos olvidamos de las personas de carne y hueso y sudor y lágrimas que tenemos al frente. Me recuerda un poco a las discotecas, donde las personas van a buscar a otros para relacionarse, y ponen una música tan fuerte que no permite ni siquiera escuchar nuestros propios pensamientos, mucho menos hablar con los demás. Entonces, ¿cómo te relacionas con otros así, a través de gritos y con señas? ¿O es esa la gracia, que no hablemos, que nos dediquemos a bailar y a beber sin pensar mucho, y ya está? No sé. A veces no entiendo na’.
La gente que está adicta no puede parar de mirar el teléfono ni siquiera mientras maneja, o en una importante reunión. Y tienes razón, Blasita. Los jóvenes están muy enganchados, pero un número cada vez mayor de adultos va cayendo en las garras de este nuevo alucinógeno. Pienso que las personas con cierta edad, los que crecimos en un mundo donde el internet y los celulares formaban parte de la ciencia ficción de H. G. Wells o de Dick Tracy , podemos arreglárnoslas sin mayores problemas con un libro o conversando con el humo de un cigarrillo; es decir, aguntamos la soledad y el silencio sin que nos aplasten. Pero, para los más jóvenes que solo han conocido esto, se les pone cuesta arriba librarse o liberarse de las redes sociales, los celulares, las salas de chat, y los nuevos inventos que sin duda llegarán en el futuro. Al no conocer nada más, como el conejito que creció en la jaula, imaginar un mundo sin facebook se vuelve tan complicado como tratar de pintar un cielo de abril sin nubes pequeñas o pajaritos. No todos, claro; no todos. Algunos, tal vez la mayoría. Otros, menos frágiles, menos mazapán, abrirán los ojos y sabrán darle a cada cosa su justo valor. Bienaventurados sean.
Creo que las redes sociales llegaron para quedarse. Cuando por estas tierras comenzó a sonar el reguetón, música que no me gusta para nada, me consolaba a mí mismo diciéndome que era una moda, y que como toda moda no tardaría en pasar. Ahora, como diez años después, este género musical no solo no se ha extinguido, sino que cada vez suena en más sitios, se extiende con la rapidez y peligrosidad del ébola. Las redes sociales, por lo que veo, llegaron para quedarse por un buen rato, y creo que somos afortunados porque, al haber conocido otras cosas, tenemos la oportunidad de escoger vivir sin ellas sin que nos pese demasiado esa renuncia liberadora.
No eres nada rara, Blasita. Tú estás más clara que cualquiera. Lo masivo sí que es raro y hasta aterrador a veces, aunque parezca un contrasentido.
Otro abrazo muy muy fuerte para ti.
Dewek made some interesting comments. Whilst I mentioned someone who showed her «real» self on Facebook, probably, as Dewek mentions in point 4, most people do the opposite: they portray themselves as who they’d like to be (or think others would like them to be), not as who they are.
Blasita, you put WhatsApp on a par with other social networks. I have it and use it very regularly. However, for me, it’s just a cheaper alternative to SMS. I only communicate with family and close friends, and though I belong to 3 groups, I always silence them and only look at them when I’m alone and have spare time. I get just as annoyed as you when I’m trying to have a conversation with someone and their phone keeps bleeping. Even if they don’t read the message or start replying, you can see that they momentarily switch off from the present situation.
Everything has its good points and its bad ones and I’d often be lost without the immediate communication and information that we have at our fingertips nowadays, but I’d love to have a birthday/Christmas Eve/New Year’s Eve celebration in peace for once!
Nibbles, te comprendo bien, y te ruego disculpas por no responderte en inglés. Mi nivel apenas si da para mantener una conversación medio lógica de menos de veinte segundos. 🙂
El facebook se convirtió (o siempre lo fue) en una herramienta para demostrarles a los demás lo mucho que valemos, lo interesante que es nuestra vida, lo exitosos que somos. Por eso, cuando vemos a un grupo que está de vacaciones muchos de ellos, en lugar de disfrutar con los suyos del nuevo aire y de las horas libres y lisonjeras, se clavan tras una cámara o un teléfono con muchos megapixeles a tomar una foto tras otra, clic, clic, clic, clic, para subirla a las redes a la primera oportunidad. «¡Wow! ¡Tú si viajas, chico! Y ahora, ¿dónde estás?». Me gusta, me gusta, favorito, favorito. «En París, vale. Cada vez que vengo a Europa, no puedo dejar de pasar unos días por París». :))
El WhatsApp (o line, o talk, o los demás) es una herramienta muy positiva, si se sabe usar con moderación. Tal como dices, es más económica que los mensajes de texto o las llamadas telefónicas -¡por aquí aún es gratis!-, y tiene un ambiente muy amigable que nos permite intercambiar archivos de cualquier tipo. Yo lo uso con frecuencia para hablar con la poca familia que me queda (que está muy lejos), intercambiar chistes malos con los compañeros de trabajo, o conversar con una gran amiga rusa que me está enseñando inglés mientras yo la ayudo en lo que puedo con su aprendizaje de español. Usar estas herramientas con raciocinio nos puede ser de mucha utilidad, igual que son útiles los correos electrónicos, los foros temáticos, los blogs, o san google y santa wikipedia. Todo depende de cómo lo usemos. Decir que la internet es diabólica sería un grave error, una verdadera tontería. Un auto puede ser muy malo si lo corres a 180 km/h, realmente peligroso para ti y para los demás; pero, bien manejado, se convierte en calidad de vida. Como en todo, es bueno que existan las opciones y que cada uno pueda escoger qué es lo que quiere y cómo lo quiere, para irnos acercando al concepto ideal de libertad. Claro, el reguetón sobra, pero para todo lo demás sí, que vegan las opciones, cualesquiera que sean, para que cada uno pueda vivir su vida como mejor le parezca.
¡Un abrazo!
Hola de nuevo, Nibbles.
Tu uso del WhatsApp es el que yo considero «normal» y me parece estupendo. Estoy totalmente de acuerdo en que puede ser una alternativa más económica que un SMS y, así, ser muy útil.
Veo que mi comparación con las redes ha podido ser no muy buena. Pero que WhatsApp pueda llegar ser para mí como una pequeña red social lo he dicho porque veo que hay gente que está enganchada de forma parecida a la de las redes sociales: está con el teléfono en la mano todo el tiempo y pendiente de los ¡pi! a cada momento y en cada lugar. Les da igual que estén, por ejemplo, en la sala de espera de un quirófano. No son capaces de apagarlo o ponerlo en modo silencio; no pueden perderse leer un solo guasap en el mismo instante que lo reciben.
Hola nuevamente a todos:
Hay alguien aquí que se llame «todos»? 😉
Estoy muy de acuerdo con todo lo que se ha dicho hasta el momento, positivo como negativo.
Duré mucho tiempo sin tener celular y una vez que tuve uno duré un tiempo más en meterme en facebook, que dicho de paso es el libro que más miedo da. féisBOO.
Ya era miembro de Facebook desde hace unos años atrás, a través del computador, pero siempre me molestaba porque tenía tantas cosas pasando a la misma vez, y muchas de estas eran cosas nimias sin ninguna finalidad que no sea la de molestar. Estoy pensando especialmente en ese famoso «poke».
En todo caso mi enfoque es el de usarlo para aprender. Me metí en grupos que lidian con el autismo, cáncer y un montón de otras enfermedades. Hay gente interesante, pero la mayoría no lo es. No se puede tener todo. Trato de enfocarme en lo positivo y en lo que me pueda aportar para mi conocimiento. Trato de ni siquiera pensar en toda la gente negativa o perezosa que cuelga nimiedades, de las cuales yo tampoco he estado exempto….no soy una blanca paloma ni monedita de oro para gustarle a todos.
Sigo aprendiendo en Facebook así como del internet mísmo.
😉
Saludos y abrazos virtuales a todos.
Muchas gracias a ti también, Chileno.
Me parece muy bien el enfoque y uso que le das a Facebook. A mí me es mucho más fácil y productivo leer noticias, artículos y opiniones en Twitter, que es casi para lo único que lo utilizo; quizá sea por mi mala experiencia con Facebook o una manía mía.
Un abrazo.
Manía diría yo.
Manía que le tengo a Twitter. 😉
Me gustaría contar algo que espero que no se interprete en ningún caso como un simple ataque a las redes sociales: es una experiencia.
Ahora suelo desplazarme en metro a Madrid capital y en estas dos últimas semanas he contemplado dos situaciones hermanas. Hace dos semanas vi a una joven andando a paso rápido por el borde del andén sin levantar en ningún momento la mirada de su teléfono y haciendo ese movimiento típico con la mano de estar leyendo mensajes de las redes sociales o «guasapis». Se topó con otra persona, que se aproximaba a esa zona señalada con pintura amarilla y que no la vio venir. Se tambaleó y estuvo a punto de caerse a la vía o darse contra el tren que estaba entrando en la estación. Ayer otro joven iba haciendo exactamente lo mismo, pero tuvo algo menos de suerte y se quedó colgando por encima de la vía. Gracias a su juventud y la ayuda de otras personas, se pudo levantar y poner a salvo. Ambos reconocieron que estaban consultando su Twitter y su Facebook. Sea como sea, no se puede estar andando y no mirar por dónde se anda, digo yo.
Hello all.
Again I am a bit late to the party but I just wanted to mention a couple of things. And I also want to say that I have only skimmed some of the previous comments so I’ll ask forgiveness if this has been covered earlier.
The same thing can be seen in Chicago and I suspect every city in the U.S. People have their faces and heads buried in their cell phone screens and simply don’t watch where they are going. They bump into people and things, walk out into the street and are hit by cars and it is never their fault. This is the part that bothers me. They always feel that it is the other person’s responsibility to watch where they are going.
What is worse is the fact that so many people talk and text while driving a car. This has reached epidemic levels and has cost so many lives already… There is a huge push to draw awareness to the dangers but the majority (in my mind and as I see it) don’t heed the warnings. People just have to be connected at every moment of their lives nowadays. Whatever happened to having some quiet alone time to oneself? I suspect this has to do with the psychological/inner make-up of today’s child and younger adult. But that is another topic…
And just to return to the original topic…
Facebook is the only social media site that I am involved in or know anything about. I resisted joining Facebook for years and years. I never wanted my personal details made public — back then nor do I now. I am more of a private person. I never post anything and I still don’t think anyone cares what I do at any moment of the day, every day. Although it seems everyone else thinks I care what they are doing every second of the day. I only did it to connect with classmates when a class reunion was in the works. I only include those people as my «friends» and I must admit I really am tiring of the majority of topics I see there.
Un saludo.
Thanks a lot for your comments, Gerardo!
Ah, yes, driving and talking, texting or using the social networks. I think there should be some media campaign against it; maybe ‘the dangerous combination of driving and social media use’, ‘driving and social media just don’t mix’, ‘look at the road and not at your smartphone’ or something like that.
Some people live like in Big Brother —every single thing they do every day is made public and discussed. It’s as if they were not able to eat out or get dressed without posting it in the social media. A pity: there’s a life out there.
Un cordial saludo y buen domingo.
Buenas tardes a todos:
Me parece que merece la pena hacer una excepción y añadir este interesante vídeo de Gary Turk para los que no lo conozcan.
Look up. Vídeo original (en inglés): https://www.youtube.com/user/GaryTurkFilm.
Subtitulado en español: https://www.youtube.com/watch?v=7j7AOCxQ2co.
Se convirtió en un viral. Fue aclamado y también, como casi todo, criticado; por utilizar precisamente las redes sociales para difundirlo fue tachado de hipócrita.
Yo sigo creyendo que el término medio es lo mejor —para esto y para todo. Es muy distinto estar todo el santo día con el teléfono en la mano a usar los medios que tenemos a nuestro alcance con cabeza.
Hoy he visto algo más en el metro que me ha llamado poderosamente la atención. He visto que el conductor del tren que entraba en la estación en la que me encontraba iba con la mirada fija en su teléfono e incluso escribiendo lo que parecía un tuit (no he podido resistirme y me he asomado un poco a la cabina antes de entrar en el primer vagón).