Antes, cuando ud. decía «Mañana va a llover casi seguro» era porque usted estaba seguro de que llovería casi seguro o porque estaba usted casi seguro de que llovería seguro, y me perdonan la perogrullada. El grado de contundencia de esa aseveración dependía mayormente de si era época de lluvias o de cuánto le dolían, por ejemplo, sus callos. También dependía, claro, de si había visto previamente el parte de la tele donde Mariano Medina -ofú, qué mayor soy- hablaba del riesgo de las precipitaciones.
Pero ahora que proliferan las páginas de internet y aplicaciones sobre el tema, se ha instaurado firmemente el concepto de ‘probabilidad de lluvia’, es decir, se ha cuantificado ese riesgo de que llueva: «Manolo, aquí pone que hay un 40% de probabilidades de que llueva mañana», es lo que solemos escuchar cuando alguien toquetea en el teléfono y comunica el diagnóstico sin explicar si hay un 40% de probabilidades de que llueva solo un poquito por la mañana o un 40% de probabilidades de que lo haga sin parar durante todo el santo día.
Por tanto, se habrán percatado de la forma en que se ha introducido la estadística en la meteorología, sin que nadie nadie se haya parado a realizar un estudio matemático de esta situación. Veamos:
Se define como probabilidad de que ocurra un acontecimiento -en nuestro caso, que llueva al día siguiente- a la proporción existente entre todas las situaciones que lo hacen cumplir y todas las situaciones que puedan darse, las que lo hacen cumplir y las que no: «casos favorables entre casos posibles». En lo que nos atañe, los casos favorables son todos aquellos que cumplen «mañana lloverá». Ejemplos: una mijita temprano durante ocho minutos y ya está; o bastante a las siete y media durante tres minutos y luego intermitente hasta las once de la noche; o un chaparrón tela de gordo solo un ratito a la hora de comer pero seguido de un chirimiri tontorrón durante toda la tarde… Y así infinidad de situaciones, todas las que ustedes puedan imaginar. En todas ellas se cumple que ‘mañana lloverá’, son casos favorables. Ahora bien, ¿y cuáles son los casos posibles? Pues justo todos esos que hemos sido capaces de apuntar más solo uno nuevo, que es justo el que no llueva. Pues si ustedes dividen esos números comprobarán que el resultado es muy próximo a uno, que en términos porcentuales es casi el 100%. ¿Lo ven? Pueden estar ustedes confiados de que sea cual sea la época del año en la que estén o el país en el que se encuentren pueden decir con toda tranquilidad eso de que lloverá mañana casi seguro. Y un consejo: cuando le miren raro y le acusen de estar loco -porque se encuentren en Sevilla un dieciocho de agosto, por ejemplo-, responda lo que yo: «¿Te juegas un plato de jamón a que te lo demuestro?».
¿»Casi seguro que va a llover» es lo mismo, matemáticamente hablando, que «hay probabilidad de lluvia? Hum…
Interesante esa relación entre la matemática y ese fenómeno atmosférico que expone usted, Milord. Me ha gustado.
Hubo una época en que consultaba a menudo esas páginas de la Red en las que se hacen predicciones de lluvia con precisos tantos por ciento. De esa época de enganche al *AEMET —breve, eso sí— recuerdo especialmente un día. Blasito y yo estábamos de vacaciones, habíamos echado un ojo a la predicción del tiempo para esa playa a la que íbamos y todo pintaba estupendamente: viento suave del sur-algo, con pocos km/h de fuerza.
Cargados como burros —con las sillas, las sombrillas, las toallas, los bronceadores, los libros, las latas de refresco, etc.—, nos dispusimos a recorrer los muchos, muchos metros de esa pasarela que se abre paso entre las dunas; un camino tortuoso de madera que no deja ver la playa hasta que no se está casi encima de ella. Qué confianza ciega no tendríamos en las predicciones de esa página web que, a pesar de ver el vientazo que hacía, no dudamos en dirigirnos felices y contentos hacia nuestra adorada playa. Una vez allí se confirmó que ni viento del sur ni viento suave; levante puro y duro, y fuerte. Aun así, seguimos con la idea de disfrutar de la playa por todos los medios, aunque sillas y toda clase de bártulos volaban por encima de nuestras cabezas y aunque apenas nos oíamos a gritos ni podíamos ver nada con la arena que se nos venía constantemente a la cara.
Esta agencia dice que los resultados «deben interpretarse como la tendencia más probable de la evolución meteorológica en los próximos 7 días», o sea que lo que nos pasó es como si nos hubiera tocado la lotería, algo poco probable, pongamos que casi imposible. Mecachis, ya podría haber sido esto último.
¿El Meteosat está ya mayor, es insuficiente, no se tienen los medios humanos necesarios para controlar esas estadísticas generadas automáticamente o qué? Siento si estas preguntas son algo simples, pero no me explico que en menos de diez horas puedan cambiar tan radicalmente unas situaciones metereológicas en verano. Quizá es que comparo con, por ejemplo, Australia, donde sabían que habría una tormenta grande al minuto exacto del día siguiente. Paro ya, que estoy aburriendo al personal, seguro.
*AEMET = Agencia Estatal de Metereología.
Pues se vivía mucho mejor en aquellos tiempos pretéritos en los que los «Mariano Medina» de turno divagaban y evitaban por todos los medios lingüísticos a su alcance aseverar si llovería o no en la costa durante la Semana Santa -para evitar reclamaciones de los hosteleros- y los «Martín Rubio» que, presa de un ataque de «estoy en posesión de la verdad absoluta» apostaban -y perdían- adornos capilares a cuenta de si llovería o nevaría o no o si lo haría en tal o cual sitio.
Reconozco mi relación de amor-odio con estas webs que nos anuncian temperaturas, probabilidades de lluvia, viento, granizo, etc.. y que tienen el mismo grado de precisión y acierto que el calendario zaragozano aunque, eso si, resultan muchísimo más fáciles de consultar. Yo las uso como chivo expiatorio para situaciones como la que cuenta Blasita en las que preparas con todo cuidado y detalle la tan ansiada excursión al campo y justo cuando te dispones a dar buena cuenta de las deliciosas viandas que con tanto esmero has preparado y con tanto esfuerzo has acarreado durante toda la mañana bajo un magnífico sol de primavera, el cielo se pone negro, se levanta un viento del demonio y empieza a caer lo que sin duda se puede calificar como «la madre de todas las tormentas».
Seguro que hay métodos de predicción de fenómenos atmosféricos fiables y seguros pero esos no están al alcance de un click sin pasar antes por taquilla.
Por cierto,…. Entonces,….. ¿Mañana va a llover o no?… Es que tengo prevista una excursión al campo 🙂
Es verdad, Abejaruco. No me acordaba de su nombre pero sí de que tuvo que afeitarse el bigote porque hizo una apuesta muy arriesgada sobre el «comportamiento» atmosférico del día siguiente, y la perdió. Y digo «arriesgada» porque, según acabo de leer en la página «Eugenio Martín Rubio» de Wikipedia, vaticinó que llovería en Almería. Casi nada.
Yo suelo consultar la previsión del tiempo en un sitio que dirige otro meteorólogo que también actuó como tal en Televisión Española (no sé si es correcto citar aquí la página web), en el que el pronóstico para los dos días siguientes se hace hora a hora. Se equivoca con frecuencia, claro que sí, pero en todo caso es mucho más orientativo que esos porcentajes a los que se han referido Milord y Blasita de la Agencia Estatal. Para mí es indignante que con tantos medios den una información tan pobre.
En fin, lo más seguro para estos casos es lo que dijo Gila cuando hizo el papel de meteorólogo en televisión: «No sabemos si mañana lloverá o no lloverá: depende del tiempo que haga».