Queridos amigos:
Puesto que el diablo cuando no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo, estaba yo todo aburrido sin saber qué hacer y se me ha ocurrido abrir una nueva ventana en esta casa por la que asomarse a ver si llueve o hace sol o por donde entre aire nuevo.
Y se me ocurrió cuando terminé de leer un artículo en un periódico y sentí que era adecuado para compartirlo con esta pequeña familia curiosa de nuestro idioma. Así que ni corto ni perezoso aquí lo dejo. El artículo y mi invitación a que todos ustedes cuando se encuentren en situación semejante se acuerden del resto y quieran compartirlo.
Como en anteriores ocasiones, no aporto el enlace porque incorpora publicidad que no ha hablado con la jefa. Así que copio y pego. (Y la muchacha, la Camacho, además de guapa escribe tela bien).
»
¿Ven?, ¡ya me he quedado antigua! Estoy desactualizada, me he vuelto una viejoven. Dicen: millennials, dummies, hater, manspreanding, gordiflaco, lol, techo de gasto, portabilidad, resiliencia, vapear, desestreñir e intento -sin éxito- disimular mi cara de «¿Mande?». Esto va demasiado rápido, a mí las últimas que se me han quedado han sido postureo y balconing. El otro día me propusieron hacer un mannequin challenge y por supuesto dije que nanay, no vayamos -como decimos en Oriente- a pollillas.
Hay palabras frescas, verbos en ascuas, giros y expresiones dichas y hechas en la calle, con la gracia y el acierto del uso corriente del lenguaje, que brotan de la lengua suelta de sus parlantes, del habla libre, su ritmo y chisporroteo. El español es ancho, variado, inmenso: potentes expresiones del inglés en Cádiz, Huelva o Almería; peculiaridades lingüísticas de Sayago o de Tabasco; variantes de las sierras todas; palabras de cada pueblo, gitanismos, arcaísmos, calcos gramaticales del aimara, quechuismos, el mapa del cariño en cada diminutivo, tantas maneras de nombrar la pena o la lluvia… La lengua es rica por deslenguada, bella por viva y viva por no aceptar sus hablantes -no todos, no del todo- lenguajes estabulados, impuestos u oficiales.
Sucede que, de un tiempo a esta parte, a la estandarización del idioma -medios de comunicación a través-, se ha sumado este aceptar sin cuestionamientos, como lenguaje natural, jergas medio técnicas y palabras creadas con intereses políticos y económicos, que desarman el lenguaje corriente, su eficacia y su razón común. «Gestión de las emociones», llaman ahora a este aviarse una como suele el corazón y la cabeza, o «rescate bancario» a la desvergüenza. Y tuiteamos y somos instagramers y queremos salir de nuestra «zona de confort»… Queridas, vamos a hermanecernos, pero no pienso llamarlo sororidad, ya encontraremos una expresión corriente, precisa y preciosa.
Si -menos la cojera- todo se pega, habrá que arrimar la oreja a la gente y soltar por nuestra boca, con mucha idea y mayor consciencia, palabras con gracia y sentido, o al menos dejar de repetir -o hacerlo con retranca, descapitalizándolos, descapullándolos- palabros sutilmente impuestos. «Cada día que pasa se pierden cien palabras», escribe Verónica Aranda. Cada una de ellas nos vale más que mil tecnicismos y palabros precocinados, que ni avivan el seso ni despiertan ni nada. Edicto: Declaro oficial la lengua de la calle.
Carmen Camacho. Diario de Sevilla; 27/06/2017
Buenos días:
Menudo tema ha tocado usted, don Milord. Es tan importante que sobre él se podrían escribir varios volúmenes muy voluminosos.
Pero más que esas expresiones extrañas dichas en español –que también– me preocupa sobremanera la enorme proliferación de términos en lengua inglesa que desde hace unos años se están haciendo sitio en el léxico nuestro del día a día con toda facilidad. Y no pongo ejemplos porque para ello tendría que crear un apéndice a este comentario.
Sí, es verdad que las nuevas tecnologías nos llegan del exterior y con ellas vienen las denominaciones en inglés del sinfín de elementos que componen los nuevos instrumentos (tan útiles, por otra parte). Pero lo cierto es que no hacemos ningún esfuerzo por traducir al español todo lo que sea traducible. Como único ejemplo me referiré a la dura discusión que se suscitó en un conocido foro de lengua española, es decir, entre hispanohablantes, sobre la conveniencia de llamar tablet o tableta a ese aparato que todos conocemos. Hombre, por Dios.
Son las modas. Y esta de aceptar todo lo que nos llega del exterior es nefasta. Pero es que, además, tenemos dentro el caballo de Troya, no lo olvidemos, ya que nosotros mismos buscamos constantemente palabras o expresiones inglesas para bautizar cualquier cosa, ya sea un simple chiringuito, un área comercial, un programa de televisión, un acontecimiento, un modo de comunicación, una actividad deportiva, un lugar de ocio, un grupo social, un estilo musical, una forma de vestir, actitudes, tendencias, sentimientos,… en fin, tantas y tantas cosas, además de los famosos y abundantes gerundings que ya hemos mencionado en este Café. Es que parece que las palabras castellanas nos suenan ridículas frente a las inglesas, más adecuadas por lo que se ve, a los nuevos tiempos.
Pero afortunadamente no fue siempre así, ya que respecto a la tecnología automovilística, por ejemplo, que también nos llegó del exterior, supimos –con muy pocas excepciones– dar un nombre castellano a cada una de las piezas que tienen instaladas los coches (que son muchísimas, como se puede comprobar en esta página. Da gusto leerla de punta a cabo aunque no entendamos nada). Pero ocurrió que nos cansamos de traducir y adoptamos (en caló se diría «cansemos» y «adoptemos», para señalar que no es presente sino pasado) directamente palabras, y sobre todo siglas, en inglés (spoiler, airbag, ABS, ESP, DSC, etcétera).
Y al mencionar los coches, me he acordado de un gerunding que para mí se lleva la palma: se trata del anuncio de un vehículo que se vende con 5 años de garantía, 5 años de asistencia en carretera y 5 años de mantenimiento gratis. Y por ello, la frase de lanzamiento dice: El verano es de muchos gerundios, pero ninguno como el cinking de XX.
Lo corto aquí como sea porque este tema no tiene fin.
Un abrazo.
Querido D. Robin, qué alegría verlo por aquí y qué gozo leerlo.
Nada que añadir a su exposición, con la que me identifico plenamente . Y que además me da pie para incorporar un añadido a mi originario comentario, que ya tenía redactado y que estaba a la espera de buen momento para publicar. Una especie de prefacio que debería de haber incluido donde se exponen los motivos por los que he considerado oportuno compartirlos con todos ustedes.
Sin más, se los digo:
«Y por qué me ha gustado esto que escribe esta señora? Porque me identifico plenamente con el sentido popular y fresco que la autora le otorga a la Lengua. Porque suscribo cada una de sus palabras que refieren a la artificialidad con la que se pretende implantar nuevos términos en el lenguaje que usamos. Demasiado inglés -digo demasiado-; demasiada modernidad -digo igual-; demasiado esnobismo -digo lo mismo-. Todos esos componentes, y otros, claro que importan para ir construyendo el código vivo que nos sirve para transmitirnos ideas, conceptos y sentimientos. Pero yo soy de los que prefieren que los inventos palabreros que surjan en las plazas de los pueblos o en las tertulias de los bares de forma espontánea merezcan igual tratamiento que el que se le da a los que un becario de un medio de comunicación se inventa para ser original».
Buenas tardes, queridos amigos:
Aprovecho un momento entre daikiri y daikiri aquí en la hamaca de mi propia ciudad de vacaciones (Marina Mil’Ord) para hacerles llegar otra cosita que leí el otro día en un periódico y me gustó mucho. Tanto, que decidí que valía la pena compartirlo con mentes tan preclaras como las suyas. Es un texto que invita a la reflexión. ¿Y por qué? Porque habla de una existencia imperante y, además, sin vuelta atrás. Porque entre sus enrevesadas líneas reflexiona sobre nuestro presente y próximo futuro que inexorable se implanta por aceptación y renuncias. Porque viene al caso al definir sin ambages un neologismo de moda, protagonista de una noticia en otro lugar de esta casa, y que pronto tendrá bautismo al incluirse en el DLE. Y porque, en definitiva, es importante que de vez en cuando nos evidencien la realidad de la que formamos parte y nos sirva para asumir con certeza el camino que cada uno quiere mantener. Sin más, aquí está. Saludos para todos:
«Adonde quiera que vayas o a cualquier oficio al que te dediques te acogerá la sensación de lleno, de la que no escapa la cumbre del Everest. El espíritu de la masa ha terminado por inundar también el mundo de la información. Cualquier ciudadano corriente con un móvil en la mano se ha convertido en escritor, en periodista, en articulista, en líder de opinión, en corresponsal de guerra, en enviado especial a cualquier catástrofe en el punto más alejado del planeta.
El azar puede convertir al más idiota en testigo de la historia. Basta con estar allí y apretar un botón con la yema del dedo. Cualquier miserable resentido tiene a su disposición un medio capaz de elevar en una fracción de segundo uno de sus rebuznos, insultos y procacidades a la galaxia Andrómeda y aún más allá. Por una parte la alta tecnología y la moral están creando un ángulo cada día más abierto hasta desligarse por completo; y por otra el compás que forman la dinamita y el fanatismo se está cerrando hasta convertirse en una misma sustancia. El suicidio es el único problema filosófico serio, dijo Camus. El terrorista suicida es la única arma imbatible que no admite réplica.
La información es poder. Antes la información se establecía de arriba abajo. Hoy la información es horizontal y se compone de la algarabía de las redes sociales, que arrastran algunas pepitas de oro con un infierno de basura. Entre la telaraña y el mosquito, la información hoy es comunicación y la comunicación es espectáculo y el espectáculo une el antiguo poder con el negocio, pero la sobrecarga de información, comunicación y espectáculo nos hace mosquitos descreídos, inermes y desolados.
Lo que se ha dado en llamar postverdad no es otra cosa que la vieja manipulación de toda la vida. Afirmar que el ser humano es un ente libre está muy cerca del error. Soñamos, comemos, leemos, viajamos, nos vestimos, hablamos, reímos como nos ordenan desde un centro de mando oculto a la investigación. Hay alguien que lo sabe todo de nosotros y manipula nuestros deseos, sobre todo los inconfesables, con una facilidad pasmosa desde el almacén de datos donde sin ser conscientes del peligro depositamos todas las pulsiones de nuestra alma durante las veinticuatro horas del día. Eso que se llama nube no está en los cielos sino en un profundo sótano de Atlanta, convertido en una gran ciudad de cables, chips e infinitas conexiones. Aunque lo ignores allí está tu alma enredada y por otra parte tus carceleros no hacen otra cosa que anotar todo lo que tú mismo te delatas al hablar con el móvil con tu amante, hijo, madre, amigo o diablo. Si esa ciudad sumergida un día fuera bombardeada, la humanidad se quedaría sin memoria y habría que volver al papel y al lápiz, al periodista de calle con el cuaderno de notas de siempre.
Ser digital es una nueva forma de pensar con las yemas de los dedos y vivir felizmente balanceándote como un mosquito indefenso en el hilo de baba que teje la araña. Pero está próximo el día que lo más esnob y elegante será negarse a ser una torreta de transmisión y vivir sin cobertura».
MANUEL VINCENT«Vivir sin cobertura»
ABC; 04/07/17
Buenos días:
Como sabemos –porque lo hemos leído ahí afuera 🙂 – la décima o espinela en una composición de diez versos octosílabos, no tan conocida a cualquier nivel como lo es por ejemplo el soneto, y de hecho menos utilizada modernamente en España.
Frente al soneto, la décima tiene el inconveniente de que el pensamiento que se quiere transmitir hay que condensarlo en un área relativamente pequeña; y si a esto unimos la obligación de empaquetarla conforme a una regla estricta para la rima (abbaaccddc), concluiremos que la creación de estos poemas resulta de lo más meritorio.
Dicho en términos matemáticos, con una décima o espinela disponemos de 8 x 10 = 80 sílabas para nuestra exposición, mientras que en el caso del soneto (sin estrambote) dispondríamos de casi el doble, es decir, 14 x 11 = 154 sílabas. Quizá sea, pues, esa dificultad la que ha pesado en el hecho de haber decaído su práctica en España (aunque parece que en América Latina sigue teniendo muchos adeptos).
Sin embargo, voy a pasaros (por iniciativa mía, que conste) unas cuantas décimas escritas recientemente, tal vez inéditas porque forman parte de un intercambio de correspondencia entre Carlos Murciano, poeta, prosista, traductor, musicólogo, crítico de arte y crítico literario, (clic), y su hermano Ramón, poeta y novelista. (Por mi amistad con ellos, que viene de mi vecindad con Ramón desde hace años, tengo su permiso para publicarlas).
Como Carlos vive en Madrid y Ramón en Sevilla, con frecuencia se comunican por escrito, pero a veces lo hacen mediante composiciones rimadas –¡qué originales!– acerca de los más variados asuntos. Y en esta ocasión tuvieron unas parrafadas sobre la fe religiosa, en las cuales utilizaron décimas precisamente. Como se verá, Ramón es un creyente de esos que ya no quedan, mientras que Carlos… juzguen ustedes:
De Ramón a Carlos:
Quien diga que Dios no existe
que escuche a su corazón
y entenderá la razón
de que nunca hay que estar triste.
Y si lo hiciste, ya viste
lo fácil que es escuchar
la voz de Dios, y hasta hablar
con Él de lo que tú quieras
porque Él responde. ¡Si vieras
la paz que da el dialogar!
R.M.
Contestación de Carlos:
Te felicito, Ramón,
porque la fe no se alcanza
con paciencia y esperanza.
La fe, querido, es un don.
Y si está en tu corazón,
Él te la habrá regalado.
En cuanto a lo dialogado,
yo me he quedado en el prólogo.
No he pasado del monólogo
por más que lo haya intentado.
C. M.
————
Os paso tambié esta décima jocosa que Carlos escribió con motivo de la celebración de las bodas de oro de su hermano Ramón y su cuñada Isabel.
Si dos forman unidad
tras medio siglo de vida
es porque en su nido anida
-feliz- la felicidad.
La dura realidad
se hace armonía y canción
y en un mismo corazón
Amor derrama su encanto;
tanto monta monta tanto
Isabel como Ramón.
C.M.
———-
Por último, diré que tengo en mi poder una estampa que me regaló mi vecino Ramón para que la llevase siempre en el coche, en la que se ve una imagen de Cristo y, al dorso, una oración. Se trata de la «Oración del conductor», espinela compuesta también por Carlos Murciano:
Para que nada suceda
que no deba suceder,
para que tu luz de ayer
siga alumbrando mi rueda;
para que tu gracia pueda
dar a mi pulso vigor,
paciencia a mi malhumor
y dulzura a mi talante,
pon tu mano en el volante
y conduce Tú, Señor.
C.M.
————-
Y precisamente por esa falta de espacio a la que antes me he referido, Carlos se permite a veces la licencia de añadir –a modo de estrambote– un pareado a los diez versos de la espinela que, entre bromas y veras, él llama murcianela, jeje.
Nada más. Un abrazo.
Buenas tardes:
Empiezo por el final. Para mí, como seguro que para todos los que tengan la suerte de leer esas magníficas espinelas, es el mejor regalo que nos podrías hacer, Robin. No sabes cómo te agradezco que te hayas molestado en pedirles permiso a Carlos y Ramón Murciano para publicar esas cartas. Si pudieras, me gustaría que les transmitieras mi más sincera admiración. Qué lujo de plumas y décimas, y qué estupenda persona eres, Robin.
Me encanta lo de murcianela. Espero que otros se hagan partidarios de ella. Yo prometo intentarlo en cuanto pueda.
Ahora al principio. Muchas gracias, Milord, por compartir con nosotros esos dos artículos. Sí, señor, la lengua es del pueblo, que usa su lengua y otros órganos fonatorios para articular y modular las palabras que le apetece soltar por la boca. No se crean que sufro de cainofobia, que acepto las sorpresas y los cambios te da la vida, así como las novedades que desempolvan la capa algo rancia que pueda posarse sobre el cofre del idioma y, en bastantes casos, introducirse en él.
Que disfruten de esta última recta de sus vacaciones. Ya saben, al hacer la maleta, nada de cheap chic; inclínense por la ropa ad lib. Y no carguen con el armario entero como siempre; simplemente no olviden meter en la maleta un denim, un top, un fourreau y un choker. Todo muy casual pero chic, muy cool e in.
Un cordial saludo.
No sé cómo se sentirán quienes lean o hayan leído los comentarios anteriores, pero yo, a quien más a menudo de lo que sería de desear le faltan palabras para expresar lo que siente, me encuentro tan satisfecha y reconfortada como si acabara de almorzar en el restaurante Arzak de Donosti. Este ratito leyéndoos, tanto a Milord con sus características impresiones del mundo que le rodea, como a Robin, que, generoso donde los haya, ha compartido con nosotros esas joyas de las letras, ha sido verdaderamente placentero; un privilegio en ambos casos. Pero en cierta manera me siento mal por no tener nada que ofrecer en justa correspondencia más allá de mi más sincero agradecimiento, y no creo que sea suficiente. Por no tener, ni un viejo tambor…
Robin, te pido permiso para copiar e imprimir la oración del conductor. Plastificarla y llevarla siempre en el coche. Citaré al autor, Carlos Murciano.
Un abrazo muy fuerte a todos, queridos.
Buenas tardes:
Muy amables por vuestras opiniones, Blasita y Madri, que agradezco con un plus incluido, ya que no sabía, de verdad, si ese tema os iba a interesar. Así que graciérrimas. 🙂
Por otro lado, he pensado que ayer, después de hablar de Ramón y Carlos Murciano debía haber siquiera mencionado al hermano mayor, Antonio, que es poeta y flamencólogo, también muy galardonado, y del que os dejo aquí una reseña. (Vaya familia…).
Y cambiando de tema, te diré, Madri, que tú no necesitas contar nada de ahí afuera, ya que tus comentarios –siempre esperados– nos aportan sabiduría, sosiego y muy buenas vibraciones (aun sin tambor) en un clima de total familiaridad. Es ese no sé qué que tú tienes, jaja, en serio. Y claro que puedes copiar la oración del conductor: tú y quien lo desee.
En cuanto al interesante artículo de Manuel Vicent que nos ha enviado Milord desde el chiringuito de la playa, he de decir que no sólo yo, sino también otras personas con las que alguna vez he hablado de esa realidad que nos plantea Vicent, estamos totalmente de acuerdo con él. Esto no es nuevo, pero lo que sucede es que para saber proclamarlo hay que ser escritor, un escritor de su talla.
Por último te diré, Blasita, que me ha hecho mucha gracia esa retahíla de palabras extranjeras que en un momento has metido en la maleta de las vacaciones. Qué barbaridad. No entiendo casi nada: si yo tuviera que comprarlas tendría que ir a la tienda con el diccionario a cuestas. Sólo te ha faltado decir que una vez hecha la maleta hay que colocarla en el lugar previsto de la autocaravana (el que la utilice, claro), pero qué digo: ¡de la motorhome!
Un abrazo.
Buenos días:
En un comentario anterior me quejaba yo de la proliferación de palabras del idioma inglés en el idioma español, tendencia que está resultando imparable y cada día más intensa, no sólo por los términos que nos llegan a través de –más que nada– las nuevas tecnologías, sino también porque en el personal hispano ha prendido la moda de pretender darle más categoría a lo que quiera que sea mediante el cambio de la palabra española por la inglesa.
En este sentido, he encontrado por casualidad esta página de la Fundéu, que aunque la propia fundación se refiere a ella como un fiasco, entiendo que es un esfuerzo encomiable que hay que resaltar y que debe difundirse cuanto se pueda para que no caiga en saco roto. A ver si así juntamos muchos granitos de arena para que ese flujo lingüístico se mantenga al menos, como ellos dicen, «en un cauce razonable».
Un abrazo.
¡Hola! Me he quedado como Madri y suscribo todo lo que ha dicho. Pareceré una caradura vaga por no añadir nada pero la realidad es que no lo podría escribir mejor que ella.
Milord, gracias por abrir este hilo y por los artículos. Un montón de gracias, Robin, vaya precioso detalle que has tenido con nosotros al compartir esos versos en el Café y menudos buenos amigos que tienes. ¿Han pensado juntar esas cartas en un libro y publicarlo? Ya tendrían una compradora.
Saludos cordiales
Buenos días:
Como decía Monic: «Milord, gracias por abrir este hilo y por los artículos».
He tenido la suerte de leer recientemente una felicitación de Navidad que mi amigo Ramón Murciano ha recibido por correo… ¡postal! 🙂 de su hermano Carlos. Es un díptico de cartulina, hecho en imprenta, que lleva dentro varias hojas con figuras con motivos navideños y en las que el poeta incluye algunas de esas «cosillas» que él compone, aunque esta vez no se trata de décimas o espinelas sino de unas rimas «desenfadadas», acordes a la ocasión.
He sabido que esta forma de felicitar a la familia es una costumbre de hace años, y que para ello el autor elige cada vez a uno o a varios protagonistas y los convierte en visitantes del Portal, que llevan algún regalo para el Niño.
No como si yo fuera un espía, sino con consentimiento previo, hice fotos de algunas de esas páginas (no muchas, para no abusar) porque me apetecía tenerlas y también con la idea de que se pudieran leer en nuestro Café.
De la felicitación de 2016, titulada «Pintores en Belén», dispongo de los versos que corresponden a las visitas de Velázquez y de Picasso, solamente. El primero llevó al Niño Jesús un perro como regalo, y el segundo un cuadro suyo, difícil de interpretar, claro:
Velázquez llega al Portal
con la Infanta Margarita.
Contento, José musita:
–»Qué visita tan real».
–»Traemos un animal
de regalo… ¿lo adivinas?»
El Niño abre las cortinas
de sus ojos, y habla: –»Sí,
mas si deja el perro aquí
malogrará Las Meninas«.
—-
Carlos Murciano.
Picasso lleva al Portal
un cuadro con nueve rosas
y dos o tres mariposas
copiadas del natural.
Saluda a José –»¿Qué tal?»–
y entrega el cuadro al Nacido.
Y el Nacido, agradecido,
dice, tras unos instantes:
–»Me encantan los elefantes».
Y sonríe, complacido.
—–
Carlos Murciano.
La felicitación de este año está dedicada a los niños de la familia, y en ella incluye varios villancicos navideños, de los que os puedo pasar el del soldadito de plomo y el del infatigable caracol que también viajó hasta Belén.
VILLANCICO DEL SOLDADITO DE PLOMO
Con paso marcial
llegó el soldadito
de plomo al portal.
Rojo el pantalón,
azul la casaca,
celeste el morrión.
–»Señora María:
Se presenta un cabo
de caballería».
Se puso en la puerta.
¡Ya tiene el portal
centinela alerta!
—–
Carlos Murciano.
VILLANCICO DEL CARACOL
Con su casa a cuestas,
callado y cansino,
marcha el caracol
por el senderillo.
Caracol inmóvil
vete en automóvil.
Asoma la gaita,
mira a todos lados,
luego se decide:
un paso, dos pasos.
Caracol poeta
vete en bicicleta.
El sol es de llamas,
la luna, de hielo,
lo montes, muy altos,
los llanos, muy yermos.
Caracol pazguato
vete en carromato.
Belén está lejos,
la estrella se enfría,
los Reyes regresan
con su comitiva.
Caracol hermano
vete en aeroplano.
Al fin ha llegado
al portal remoto
y pregunta a unos
y responden otros:
–»José en la Carpintería,
la Virgen, en sus labores,
y el Niño está ya en el templo
hablando con los doctores».
—–
Carlos Murciano.
Y para el final os tenía reservado este soneto, que él llama son(i)eto porque está dedicado a su nieto Jorge. (Aunque parece que coincidió con un pasaje triste de su vida).
DE CÓMO JORGE DESCUBRE LA LLUVIA
Ruedan por el cristal de la ventana
las gotas de una lluvia tibia y lenta.
No hay truenos, ni ventisca, ni tormenta:
sólo un rumor de música lejana.
Otoño ha puesto triste la mañana;
a Jorge, no. Casi sin darse cuenta,
tiende la mano hacia el cristal e intenta
tocar, acariciar el agua hermana.
Pero resbala por el otro lado.
No lo entiende. Me mira, derrotado,
y –ahora, sí– el cielo de Madrid diluvia.
Una lágrima escapa de mis miedos
y él roza mi mejilla con sus dedos.
–Ya ves –le digo–, cosas de la lluvia.
—–
Carlos Murciano.
Bien, pues yo creo que ese presente navideño que Carlos ofrece a su familia todos los años, ha sido también para nosotros esta vez, aunque nos haya llegado de extranjis, un magnífico regalo.
Abrazos.