Hoy quiero proponer un tema alegre para comenzar el séptimo año blasitero, y olvidar por unas horas todo lo que nos ha tocado vivir, al mismo tiempo que ofrecer un poco de luz y esperanza de que todo esto pronto pasará (todos estaremos vacunados) y aunque para muchos de nosotros nunca será lo mismo, la vida sigue…
El tema a tratar versará sobre el folclore o folklore, que según la definición del dle es:
Tb. folklore.
Del ingl. folklore.
1. m. Conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones, y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular.
Pongo ejempos (tirando para casa😊), son fiestas, ferias y costumbres de nuestros pueblos y ciudades:
-exaltación del botillo en Bembibre,
-los carnavales en La Bañeza,
-La Suiza en Astorga.
-fiesta de la poesía en Villafranca del Bierzo
-la noche de San Juan en Balboa y
ya en la capital (León) sus fiestas patronales, la festividad de San froilan, San Anton y la semana Santa.
Así que animaros y… Mientras llega el momento de vivirlo de nuevo echemos mano de la imaginación y de nuestros recuerdos.
Queridos, blasiteros:
Voy a comenzar yo, describiendo uno de los festejos que, por mi participación durante años, con más nostalgia los recuerdo.
Los carnavales de La Bañeza.
La Bañeza es un pueblo a 60 km de León de unos 10.000 habitantes, que en esas fechas se llena de alegría y colorido.
Comienza con el «viernes tranquilo» y termina el siguiente martes, festivo en el pueblo. El sábado es el «sábado de chispas» todo el mundo debe ir tocado con un sombrero y verdaderamente la imaginación de los bañezanos es muy grande. El domingo lo dedican a los disfraces del año pasado y llega el lunes, el gran día, en el que no se verá a nadie sin su disfraz, están por todos los sitios, en el bar, en su lugar de trabajo… Por la tarde es la gran fiesta de los niños y por fin a las doce de la noche la «Nochebruja» hasta la madrugada que a dormir unas horas para terminar con el desfile de la tarde en el que participa todo el pueblo y los que nos apuntamos libremente.
Que tengáis un buen domingo y hasta pronto
Buenos días Kory y todos,
Que relato tan precioso.
Tienes suerte de tener recuerdos tan buenos.
Se parece que en los pueblos pequeños la gente celebra fiestas que tienen más significadas y tienen costumbres y tradiciones tan agradables.
Saludos.
Buenos días:
Yo creo que, por lo general, las celebraciones se te quedan más en la retina son las que has vivido de niño durante una serie de años. Y yo, aunque nací en Sevilla, pasé la mayor parte de mi niñez en Tarragona. Por eso recuerdo que en las fiestas de la patrona, Santa Tecla (que para mayor alegría caían en el período de vacaciones escolares), había una gran animación por toda la ciudad durante más de una semana, como ocurre –con algunas variantes– en cualquier localidad española que celebra sus fiestas patronales.
Pero además del acto del pregón, los desfiles, las actuaciones musicales por las calles, las tracas, las muestras del folclore local, las verbenas nocturnas hasta el alba, las actuaciones de los gigantes y cabezudos, los actos dedicados a la santa, etc., aquí había un espectáculo que no tenía lugar fuera de Cataluña, que lo constituyen las exhibiciones y el posterior concurso de castillos humanos (castells) como este: (clic), que por supuesto era lo que más me gustaba.
Yo los vivía con entusiasmo y al mismo tiempo con miedo porque ya había visto que, al menor fallo de algún integrante, la torre se derrumbaba. Era muy emocionante, sobre todo para un niño.
En uno de los viajes que hice tiempo después (sería a finales de XX o a principios del XXI) me encontré con la agradable sorpresa de que en la Rambla Nova habían erigido un monumento dedicado a estos valientes castellers. (Clic).
Saludos cordiales.
P. D.: Os paso este vídeo, (clic), que dura unos diez minutos y da una explicación muy completa sobre esta tradición, por si algún blasitero se anima a ir por allí a ‘escalar’. 🙂
¡Hola! No soy de ir a muchas fiestas de lugares pero recomiendo las fiestas colombinas de Huelva. Estas fiestas homenajean a todos los partieron para lo que hoy es América. Se concentra mucha gente a ver a los que representan la partida. Es a primeros de agosto y hay conciertos, exposiciones, fuegos artificiales, toros y actos deportivos.
Barriendo para casa. En Ávila se hacen muchas fiestas estupendas en ocasiones de todo tipo: Semana Santa, romerías, carnavales … Sólo voy a mencionar tres de tres pueblos.
¿Os suenan los «cucurrumachos»? Es el principal personaje maléfico del carnaval de Navalosa, con calavera, cuernos, pelos largos y muchos cencerros que hacen sonar sin parar. No os cuento más porque tenéis que ir a ver toda la fiesta, hasta que el cucurrumacho y otros personajes, personas disfrazadas, dejan de ser tales. Os aseguro que es buena excusa para ver lo que a mí me gusta más: pasear por el pueblo y ver sus casitas de pueblo encantadoras y por sus antiguos corrales (parecidos a las pallozas si las conoceis).
Cuando era joven fui alguna vez a los carnavales de Cebreros, donde la estrella es claro el vino, que los jóvenes beben de una cuba grande que se pone en el centro de una plaza. Es bueno ir a Cebreros para pasar por las bodegas y rellenar las garrafas o botellas que se lleven del vino de buena calidad-precio que tienen o comprar allí.
Una de las primeras romerías a las que fui no era tan súper conocida como lo es ahora: la del Cristo de la Luz de Lanzahíta a Hontanares. Me puse morada de dulces que repartían unas señoras que estaban con el cirio en la plaza de donde se salía. Fue bonito ver tanta carroza y tanta persona a caballo. Fui montada en un burro (¡vivan los burros!, ¿a que sí, Kory?) 🙂 Después nos fuimos al campo con la tortilla y el filete empanado y recuerdo que lo pasamos bien paseando por la zona, bailando y cantando. Ahora igual han añadido algo porque me han dicho que (claro, ¡antes del maldito Covid!) suele haber muchos turistas que iban sólo para ver la romería.
¡Saludos cordiales!
Buenas tardes, Kory y todos:
Muchas gracias por proponernos un tema tan tradicional y alegre, Kory.
Coincido con Monic en no ser seguidora de las fiestas populares de localidades o barrios. Las fiestas a las que solía ir de pequeña eran las del pueblo de la sierra de Madrid en el que pasábamos las vacaciones. Encierro matutino con torta de anís, seguido de piscina y tareas varias, salida con amigos y baile con orquesta en la plaza del pueblo hasta las mil o a veces disco en El Escorial aunque no tuviera la edad de entrada. Todo con el acompañamiento musical de los pertinentes petardos mañaneros y nocturnos. Nada especial; las típicas fiestas de pueblo de aquella época.
Ya de adulta, cuando vivía cerca de la pradera de San Isidro, en Carabanchel (Madrid), pude disfrutar de cerca de la gran fiesta del quince de mayo en la Pradera. Es bonito ver cómo los más mayores transmiten las tradiciones a los más pequeños, quienes van también vestidos con el típico atuendo castizo e intentan bailar un chotis. Todos disfrutamos de los barquillos y de las rosquillas de santo. Es un día de celebración tranquilo, familiar y siempre especial.
Creo que me voy a salir del tema y os voy a aburrir con historietas de pesada, pero lo de los disfraces de Kory me traído a la memoria una noche en Moscú, hace unos años. Varios compañeros de trabajo se fueron a Volgogrado (Stalingrado) para asistir a la recreación de uno de los combates de la batalla que toma el nombre de la ciudad y que se libró cerca de la ciudad entre alemanes y rusos en la Segunda Guerra Mundial. Yo trabajaba también los fines de semana y no pude ir acompañarles; sin embargo, sí me llevaron a otra que se realizaba a las afueras de Moscú. Todos los que hacían de soldados iban ataviados con trajes y armamento de la época. Fue emocionante ver a los soldados luchar contra la nieve y entre ellos, con una furia que reflejaba bien la que se debió poner en la batalla real. La recreación iba seguida de una gran fiesta, cuyo inicio fue anunciado con tiros y tiros de los soldados ganadores —los de casa, claro—. Se da por supuesto que en estas recreaciones se lleva munición de fogueo, pero quedó claro que, por lo menos, los disparos finales no lo eran puesto que, tras varias ráfagas de tiros al aire, apuntaron a varias piñatas que colgaban de unos árboles cercanos y las abrieron, tiraron o destrozaron. Hubo casetas de feria, comida y bebida gratis, música, baile e impresionantes fuegos artificales en la fiesta posterior; todo a lo grande. Tirando anillas a regalos colgados del techo de una caseta, tuve suerte y gané un machete profesional que terminé regalando a un compañero estadounidense; él lo quería y, de todas las maneras, yo no podría traérmelo a España ni como recuerdo por cuestión de medidas de seguridad aeroportuaria. Mi compañero estaba metido en un grupo de insurgentes, de los que protestaban en contra del Gobierno y salían siempre apaleados
o arrestados. Él me vino semanas después mostrándome un ejemplar de una revista clandestina en la que aparecía en la portada con dos policías que le llevaban en volandas, blandiendo «mi» machete.
¡El siguiente, por favor! Un cordial saludo,
Buenas noches, blasiteros:
El siguiente, por favor!
Pues, yo misma. Pero primero quiero deciros que es una delicia leer todos vuestros comentarios, veamos: Navalosa, Cebreros, Hontanares y luego los castells y la fiesta del quince de Mayo, San Isidro, y todo lo que nos cuentas, Blasita, de Moscú.
Así que, al igual que tú, Blasita, voy a comentar una romería que comienza con una batalla, la «romería Vikinga de Catoira», y cito textualmente: «Aquí se produjo una de las batallas más famosas del lugar. Los barcos de los guerreros vikingos llegaron a este anclaje y lucharon cuerpo a cuerpo con los cristianos del pueblo. Un enfrentamiento que se recrea cada mes de julio en la Romería Vikinga. Ataviados con ropas de la época, hordas de vikingos desembarcan de un enorme drakkar (barco típico de los nórdicos) que se construyó para la ocasión y que el resto del año permanece anclado junto a las torres. La otra parte de los asistentes al evento aguardan en tierra firme con sus armas. Vestidos con harapos medievales, representan a los cristianos. Tras la recreación de la lucha entre ambos bandos, todo el mundo festeja, bebe y come: vino, mejillones y otras delicias locales», muchos de los bravos guerreros terminan en el agua y claro los vencedores son los harapientos locales.
Deciros que Catoira pertenece a la provincia de Pontevedra, toda la zona con sus rias, playas y gastronomía merece una visita, y en cuanto a la romería el único problema que veo es la gran cantidad de gente que hay.
Y, ahora tres festivales que siempre que puedo voy y que he visto que este año quieren volver a retomar, después del parón del 2020:
-la semana negra de Gijón
-El festival de teatro y artes de calle de Valladolid y
-el festival de jazz de Vitoria.
Suelo ir en días lavorables y entonces no hay grandes aglomeraciones, el ambiente en las calles es fantástico y en el de Valladolid y Vitoria he visto muy buenas actuaciones.
Un abrazo
P. D. Quiero comentaros que por la zona de las rias altas y bajas de Galicia hay muchos habitantes rubios, de ojos azules que dicen ser descendientes de los vikingos llegados a Galicia entre los siglos nuve al doce.
Hola:
¡Qué interesante todo!
¡La Feria del Libro de Madrid! Para mí la mejor feria del libro en el idioma español de todo el mundo. Se celebra cada año en el Parque del Retiro de la capital y es una visita obligada para deleitarse con todo tipo de lectura en español e incluso poder conocer a algunos de sus autores. Este año celebra su 80.ª aniversario. Yo he ido bastantes años, sobre todo de joven, y he encontrado verdaderas maravillas literarias e incluso conversado con escritores que me han firmado sus libros. Hay que informarse antes de las horas a las que van a estar en la caseta; cuando yo solía ir, iban autores españoles y americanos de primera fila, «de menos filas» o noveles; todos ellos interesantísimos.
Entiendo que me mandéis a freír espárragos, Kory y todos, ya que, en rigor, una feria del libro no sería considerada una fiesta ni algo relacionado directamente con el folklore; sin embargo, sí que a mí me aporta «luz y esperanza», como decía Kory en su introducción, y plena satisfacción y alegría. Las fechas previstas para su celebración este año son entre 10 y el 26 de septiembre, lo que es más tarde de lo habitual porque suele ser entre mayo y junio, debido a la pandemia. Ojalá pueda llevarse a cabo.
¡El siguiente! 🙂
Un abrazo.
Buenas noches, amigos:
Me alegra no sabéis cómo encontraros en este Café, que ojalá fuera el único establecimiento de hostelería abierto en todo el país. Acabo de asomarme al balcón y he vuelto a entrar en casa toda cabreada porque he podido comprobar que las terrazas que veo desde arriba están todas llenas de gente como si nada. ¡Y somos la provincia situada a la cabeza de contagiados de COVID! En zona roja y como si nada. No paro de alucinar viendo lo que veo por todos lados. Y me siento totalmente impotente, que es lo que todavía me pone de peor talante.
Vaya unas formas de llegar a este remanso de paz, os diréis, como elefante en cacharrería.
Y, además, después de este largo ramadán que me he tomado, que ni ha sido ramadán ni ha sido nada, pero que de alguna forma tenía que llamarlo.
Con esto de las ferias, romerías y festejos en general me habéis hecho recapacitar. He llegado a la conclusión de que yo no soy amiga de aglomeraciones ni barullos de gente. No solo ahora que ya soy mayor y hasta cierto punto sería esperable, no, desde bien jovencita.
Recuerdo que era la más ‘rarita’ de la cuadrilla, porque cada vez que había un plan de fiestas con mucha gente, yo siempre tenía crucigramas gigantes para resolver, de aquellos que ocupaban una página entera del periódico. Sobre todo si era una tarde de domingo. ¡Cómo me lo pasaba!
Un día por poco me pegan.
Resulta que estaban unos compañeros en la oficina hablando de los ‘próximos sanmarciales’ (la fiesta grande patronal de mi pueblo, que conmemora la batalla de la Peña de Aldabe contra los franceses el 30 de junio de 1522). Por lo visto, la batalla se resolvió a favor de las gentes de Irún, quienes, como voto de agradecimiento, prometieron que todos los años, el día 30 de junio, festividad de san Marcial, subirían en romería a celebrar misa en la ermita que se construyó al efecto en la cumbre de dicha peña.
A día de hoy, la memoria histórica ya no tiene claro qué pasó realmente en aquella batalla, ni por qué se peleaban, ni siquiera si lo que se conmemora es aquel voto o solo es una recreación de los entrenamientos que hacían los hombres que nada tenían que ver con la milicia, pero que una vez al año acudían a filas para recibir formación militar.
El caso es que, por una cosa u otra, el día de san Marcial mi pueblo está ‘militarizado’. Desde las 4 de la mañana en que suena un solo de trompeta tocando «la alborada»; a las 6, «la diana»; a las 7, toque de salida y comienza el desfile, llueva o truene. Se rompen filas sobre las 11 de la mañana y luego se sube al monte a oír misa, a comer y pasar el día. A las 5 de la tarde suena la ‘bajada’ y el desfile, ya en plan festivo, se reanuda hasta romper filas en el centro del pueblo con una gran descarga de escopetas (más de cinco mil) que suenan al unísono a la orden del general.
Es un alarde de armas, en el que actualmente participan más de seis mil hombres entre hacheros, infantería, caballería y artíllería que desfilan por la parte más antigua de la ciudad al son de unas marchas militares que interpretan las propias compañías con pífanos, tambores, redobles… Cada barrio tiene su propia compañía, que desfila en orden de mayor a menor antigüedad. Cada compañía (todo hombres) elige cada año su propia cantinera. Para una chica, ser elegida cantinera es un honor, pues pasa a formar parte de las mujeres ‘importantes’ del pueblo. Es un grado vitalicio que se ostenta con orgullo.
Lo voy a decir muy bajito por si acaso, pero yo ese día me he aburrido toda mi vida como una ostra. Nunca le vi la gracia a tanto desfile militar ni a las ‘atracciones’ ajenas al desfile, que no iban más allá de los bailables en la plaza de la música, de algún que otro pasacalles, del toro embolado, del toro de fuego, la sogatira, el concurso de ganado y los fuegos artificales por la noche.
Así que, antes he dicho que por poco me pegan y fue porque se me ocurrió decir delante de todos que donde mejor se estaba el día de san Marcial era en «las rocas porque no había nadie». Me entenderéis si os digo que «las rocas» era como llamábamos (y aún hay gente que las llama así) a las caletas que se forman en la ladera del monte que da al mar; son rocas, escollos que cuando baja la marea quedan al descubierto formando entre ellos una especie de piscinas de agua de mar, claro, estupendas para nadar sin ningún tipo de peligro.
Pasar un día en las rocas, con tu comida de casa, era una delicia. Estaba el mar, las rocas, y los pinos. Un espacio natural, entonces totalmente salvaje, sin gente, ideal para un día de excursión mientras la mayoría del pueblo andaba dando vueltas por las calles abarrotadas…
Y eso es todo. También se celebra la noche de san Juan, con una hoguera gigante que se monta en la plaza del Ayuntamiento y poco más. Ah, y los concursos de villancicos el día de Nochebuena. Grupos de cantores, ataviados con trajes regionales, hacen exhibición de los más variados estilos de villancicos cantando en la calle. Hay coros que superan las 30 personas con gente de todas las edades y sí, tengo que reconocerlo, eso me gusta. Da cosita escucharlos. Yo también fui parte de uno de esos coros en mi juventud y era muy bonito. Tengo muy buenos recuerdos.
Ay, que me voy a poner nostálgica y no estaría bien.
Un abrazo a todos.
Hola, blasiteros:
Con el permiso de Blasita y de todos vosotros, retomo esta entrada ya que parece que vuelven las fiestas, romerías, conciertos en nuestro país.
Así que quiero comenzar por la «feria de abril en Sevilla» que según aparece en los telediarios comienza mañana uno de mayo.
Me explico: fue antes de la pandemia. A unas amigas y a mi nos hacía mucha ilusión ir a esta, tan famosa, feria en Sevilla.
Llegamos el primer día de la feria. El aire festivo inconfundible, los hombres con corbata y las mujeres sevillanas, no importaba su edad, todas con su vestido de sevillana, gitana o andaluz creo de lo llaman así, tocadas con su mantón de Manila cada cual más precioso y la flor a la cabeza. El colorido por sus calles era impresionante y la marea de la gente dirigiéndose al Real también.
Y… Ahora llega el momento de la decepción, al menos para nosotras que, aún sin vestido de gitanas, nos habíamos agenciado un mantón y una gran flor para el pelo.
El Real es un inmenso espacio con calles paralelas, algunas sin asfaltal, por lo que el polvo se respiraba al andar y casetas a ambos lados. Mucha luz, banderolas y farolillos y mucha música y baile en su interior, y un portero «cachas» a la puerta que no dejaba entrar a nadie que no fuera socio o llevara una invitación. Y ¡nosotras éramos turistas, no conocíamos a ningún sevillano!. Así que después de varias copas de manzanilla y alguna tapa nos decidimos volver hacia el centro de Sevilla, que como era lógico estaba tranquilo y sin nadie de Sevilla, sólo algún visitante y turista como sosotras.
Robin, como sevillano, seguro que nos puedes decir algo más sobre esta gran semana, que no he sabido descubrir, y estoy segura que si algún blasiteros ha ido no tendrá la misma opinión que yo y mis amigas.
Un saludo y buen finde,
P. D. Unos días más tarde supimos que existían casetas con entrada libre como la del ayuntamiento, sindicatos o partidos políticos, pero según la información estaban tan llenas de gente que era casi imposible entrar.
Buenas tardes:
En efecto, Kory, soy sevillano porque nací en esta ciudad, a la que amo profundamente, incluso durante los meses de julio y agosto de cada año (y eso sí que es amar 🙂 ).
Pero no soy un sevillano de ‘pura cepa’ porque a la edad de cinco años me llevaron a vivir a otras ciudades de España en las que crecí y me hice un hombrecito, je, totalmente ajeno a lo que ocurriera en mi ciudad natal, incluyendo las fiestas de semana santa, de feria y de las veladas (velás) de algunos barrios como el de Triana.
Por ello, es decir, por no haberlas vivido y sentido desde pequeño año tras año (perdón pero la mejor descripción es decir «no he mamado esas vivencias») no soy la persona adecuada para hablar de ellas, aunque…
(Espero no incomodarlo)
…conozco a un sevillano auténtico, que sí podría hacerlo y que nos deleitaría con su verbo ameno, agudo y ocurrente, rebosante de un gracejo innato.
Se trata de un blasitero que hace tiempo que no nos visita, aunque yo no pierdo la esperanza de que algún día decida volver al Café. ¿Y qué mejor ocasión que esta para hacerlo, querido amigo Milord? Venga, chaval, anímate y déjanos embelesados con la narración de lo que para una persona como tú representa la Feria de Sevilla, por favor.
Abrazos.