Buenos días:
Vuelvo con el tema de los anglicismos que estamos incorporando a nuestro léxico, porque es un asunto que de verdad me preocupa, y que está ya en un punto… que me desborda.
Entre otras muchas, hoy traigo la palabra inglesa share, que no figura en el DLE, pero mucho me temo que esté «al caer».
El DUE ya la exhibe sin ningún rubor:
share
m. Telev. Porcentaje de audiencia de un programa.
Los diccionarios Clave y Espasa-Calpe también la recogen, y además la hacen extensiva a los programas radiofónicos.
Yo creo que en este caso no se precisa el empleo de extranjerismos para realizar esos controles estadísticos, ya que se pueden utilizar los términos «audiencia» y «cuota» (de pantalla), indicativos del número de espectadores de cada programa y del porcentaje sobre el conjunto de ellos, respectivamente.
En consecuencia, os hago esta larga pregunta: ¿Creéis que de una vez por todas la Academia debería mantenerse firme y no aceptar términos extranjeros en casos no justificados como este, por muy extendido que esté su uso entre nosotros, como ejemplo a seguir para evitar que continuemos desfigurando nuestro idioma?
Un abrazo.
P. D.: Aunque este asunto es para mí muy serio, aceptaría con buen talante cualquier broma relacionada con mi negativa a compartir el sustantivo share, puesto que como sabéis, el verbo to share significa eso: compartir. 🙂
NOTA (Blasita): Esta cuestión de Robin fue incluida en un principio en el Buzón de preguntas tontas de Madri. Se decidió que tuviera entrada propia por su especial interés.
Ufffff. ¿Es esta pregunta una pregunta tonta? Robin, de verdad lo siento pero si ésta es una pregunta tonta a mí ya me da cosa abrir ningún hilo más. 🙁 🙂
Conocí «share» con el significado que se usa en el mundo televisivo no hace tanto. Creo que la RAE debería reflejar el uso pero ser a la vez un referente de lo que es correcto o no. Dije en otro hilo que comprendo lo difícil que puede ser todo esto pero al mismo tiempo no veo ningún intento de fijar una directriz en el tema de los anglicismos y en otros temas.
Saludos cordiales
Buenos días:
Tienes razón, Monic, en que la Academia debería tomar cartas en el asunto. Actualmente, yo veo que las cosas están así:
El anglicismo share, aunque no figura en el DLE, lo podemos encontrar en el DPD, que lo define así: «share —> cuota de audiencia». El subrayado que lleva la definición nos invita a que pinchemos para que aparezca el significado de esa «cuota», que es el siguiente:
Pues está muy bien, ¿no, Monic? (Sobre todo la frase que yo he destacado en negrita, jj).
Entonces, de todo esto se puede deducir que la Academia admite la existencia de un término que está muy extendido, pero al mismo tiempo desaconseja su uso porque es totalmente innecesario. Y, consecuentemente, el DLE no lo acepta. Perfecto, diría yo.
Bueno, sería realmente perfecto si la Academia actuase de ese modo con todos los extranjerismos innecesarios. Pero no es así porque, como se puede comprobar, la RAE no aplica siempre el mismo criterio. Pondré un solo ejemplo para no extenderme mucho y esta vez va a ser con un germanismo, para variar:
Y hablando de «calcos», este caso parece calcado del anterior, puesto que también deja constancia la Academia de que «sabe» que por ahí circula ese germanismo pero, igual que hizo antes, no recomienda su uso. Sin embargo, si lo congruente –a mi juicio– hubiera sido que este término tampoco entrase en el DLE, lo cierto y verdad es, estimada Monic, que como diría J. J. Castillo, «entró, entró» (y sin marcas, es decir, de uso generalizado):
En fin, qué más puedo decir sobre este asunto: pues nada, sólo insistir en que para mí sería una buena medida el que la Academia diera a los extranjerismos que realmente son innecesarios el mismo tratamiento que ha dado –por lo menos hasta ahora– al que voy a llamar «caso share«.
Un abrazo. 🙂
Buenas noches, Robin y todos:
Como Monic, yo tampoco entiendo por qué esta última pregunta pudiera considerarse «tonta», Robin. 🙁 A mi modo de ver, plantea un tema de lengua amplio, interesante y debatible. Estoy segura de que es siempre preferible abrir nuevas entradas en estos casos, ya que de esta forma tienen más visibilidad y de que, por esto, se pueden obtener más opiniones —en este sitio se acepta y valora la diferencia de opiniones—.
Aunque comprendo que es un fastidio tener que abrir entradas, aprovecho la ocasión para reiterar que todas las preguntas, especialmente este tipo de cuestiones, son bienvenidas en nuevas entradas.
Voy al grano, Robin. Es fácil dar mi opinión de manera breve y directa gracias a la formulación de tu pregunta: sí, creo que la RAE y las demás Academias deberían ser más firmes, consecuentes o pacientes a la hora de aceptar extranjerismos crudos.
No me parece tarea fácil decidir qué extranjerismo —hoy en día, al menos en este país, hablaríamos casi exclusivamente de qué anglicismo— es estrictamente necesario. Y luego queda la no menos complicada decisión de adaptar el extranjerismo o no; y si sí, cómo.
Me gustaría añadir unos pocos ejemplos curiosos. Paddle aparecía en el DRAE de 2001 y dejó de tener entrada propia en el actual DLE como extranjerismo crudo para ganarla como adaptado: «pádel». Sin embargo, sí tienen entrada hippy y *«jipi», máster y «maestría». Por otra parte, sí aparecen ballet y «chucrut» pero no ni «balé» ni choucroute.
*Aunque «jipi» tenía en el Diccionario de 2001 solamente esta acepción:
Un abrazo.
Buenos días:
Gracias, Blasita, por tu interesante comentario.
Huelga decir que un idioma no es un ente intocable y estanco (creo que en eso estamos todos de acuerdo) sino un medio que ha de ir adaptándose a la realidad lingüística que los nuevos tiempos demandan y que pasa –es un hecho– por la aceptación de palabras y expresiones que nos prestan otros idiomas. Bien, pero una cosa es aceptar préstamos foráneos, a fin de llenar los vacíos léxicos a que dan lugar, por ejemplo, las nuevas tecnologías, y otra bien distinta es volcar masivamente un idioma sobre otro, sin una razón que lo justifique, hecho que está padeciendo el español por la incontrolada invasión de términos extranjeros, de los cuales la mayoría, por razones obvias, son de la lengua inglesa.
Y lo malo de este fenómeno es que no tiene marcha atrás, como le pasaba a aquel coche de los años cincuenta llamado biscúter (por cierto que en aquel tiempo ya empezábamos a tontear con los anglicismos: bi-scooter). Son, pues, estos préstamos los únicos que no se devuelven, y por ello me quedo muy preocupado cuando pienso en cómo hablaremos dentro de unos años si actualmente ya hay quienes hablan como lo hacen Eugenia y Alfredo:
–Quería mejorar mi look, Fredy, y ayer estuve de shopping por el City Center. Compré en el outlet New Style, que es de low cost (sí, hombre, ese que está entre el local de Game y el de House phone) un vestido fashion de ensueño, chico: de lo más trendy. Es que este weekend queremos hacer un tour mi partner y yo en nuestra motor-home e ir a ese magnífico show que es el Starlite.
–Claro, es que tú manejas mucho money, Geny. Yo, en cambio, me tendré que conformar con un weekend indoor, ja ja: continuaré con el best seller que estoy leyendo en mi nuevo eReader y también veré un poco de televisión: las producciones españolas First dates, The wall o La voz kids, por ejemplo; el reality show del canal regional Sensibility; magazines; y algún blockbuster de los que suelen poner en prime time.
NOTA: Si existe un punto de exageración en este ejemplo es por la necesidad de concentrar en una pequeña conversación –por razones de espacio–un número amplio de anglicismos, pero no porque el empleo de los mismos (y de otros muchos, muchísimos) sea inusual.
Si nos ponemos a pensar en soluciones o por lo menos en paliativos, yo creo que es inevitable entrar en el terreno de la política y de la economía. A mi entender, el Ministerio correspondiente debería dotar a la Real Academia de los medios necesarios para realizar campañas efectivas que explicasen y concienciasen a los españoles sobre el daño que ocasionamos a nuestro idioma con esta tendencia generalizada de darle la espalda cada vez que tenemos que poner nombre a alguna cosa. Sí, es cierto que hace un par de años se hizo una campaña en este sentido centrada en la publicidad, pero fue tan tímida (precisamente por la falta de una financiación adecuada que permitiera su amplia y reiterada difusión en los medios de mayor audiencia), que pocas personas la conocen. Me refiero a este video: clic.
En este empeño, creo que también el colectivo de enseñantes podría hacer en sus aulas una buena labor de concienciación, pero el inconveniente está en que habría que empezar por mentalizar a muchos de ellos (no generalizo, que conste); y ahí entraría otra vez la política, es decir, la labor del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que debería velar constantemente por que nuestro idioma, este inestimable legado que hemos recibido –por decirlo en dos palabras– sobreviva dignamente.
Lamento no poder ser más optimista.
Un abrazo.