No creáis que el asunto no es serio, porque queramos o no, todos tenemos que comer. Y para poder comer, hay que cocinar.
Estoy segura de que entre vosotros hay más de un aficionado que se remanga de vez en cuando para sorprender a la familia o a los amigos. De eso se trata, ¿qué os parece si compartimos experiencias que giren alrededor de la comida? En cualquier ocasión y lugar, en casa, de viaje, en el colegio…
Cualquier cosa: anécdotas, curiosidades, preferencias, preguntas, respuestas…
A ver si descubrís qué hay en la fuente de la foto.
Y ahora, el arroz con leche, que tampoco resulta muy dulce.
Ingredientes para 4/5 personas:
1,200 litros de leche semidescremada (con leche entera sale más rico)
120 g de arroz normal, no de los que no se pasan
100 g de azúcar blanquilla
1 palo de canela
Corteza de un limón
El limón hay que lavarlo muy bien, con estropajo y jabón, para quitarle todas las ceras que le ponen para su comercialización. Una vez hecho esto, con el pelapatatas se van sacando filetitos de la corteza. Hay que evitar arrastrar la parte blanca del interior del limón, porque amarga.
Se pone la olla al fuego con aproximadamente 1/4 de litro de agua y cuando el agua hierve se echa el arroz, se remueve bien, sin miedo, para que suelte el almidón, y se deja cocer a fuego muy suave hasta que absorba toda el agua, sin permitir que se pegue al fondo.
Se añade la leche junto con el palo de canela y la corteza de limón y se lleva a ebullición; se deja hervir a fuego lento, apenas tiene que hacer burbujas, durante otros 40 o 45 minutos o hasta que esté muy tierno y cremoso. Hay que removerlo (cuanto más se remueve más cremoso queda) muy a menudo, controlando el líquido (si se ve necesario, se añade un poco más de leche)
Al cabo de este tiempo, se añade el azúcar y se deja hirviendo un par de minutos más hasta que se disuelva bien.
Se puede tomar una cucharadita de muestra, dejar enfriar, probar el punto de azúcar y, si es necesario, ajustarlo al gusto.
Retirar el palo de canela y las cortezas de limón.
Distribuir en cuencos individuales, cubrir con film transparente y dejar enfriar.
Hay quien gusta de espolvorearlo con canela.
Se toma fresquito, pero no muy frío ni recién sacado del frigorífico. Es mejor sacarlo una media hora antes de consumirlo.
Puedo sugerirte también unas manzanas reinetas asadas. Más sencillo no puede ser, y tiene la ventaja de que no se ensucian cacharros. Pero también hay que hacerlas con antelación, porque se comen ya templadas o frías.
Se lavan bien, se secan, se les hace un corte superficial* por la línea del “ecuador”, se les quita el corazón y en su lugar, en cada manzana, se coloca un puñadito de pasas sultanas que habremos tenido a remojo en brandy para ablandarlas, un trocito de mantequilla, media cucharadita de azúcar de caña y una cucharada de brandy.
Se meten al horno previamente calentado a 175 °C y en 60 minutos estarán hechas.
Entre el azúcar, la mantequilla, el brandy y la pectina de las manzanas, el fondo de la fuente quedará cubierta de una especie de gelatina medio caramelizada que está riquísima.
Y no resulta nada dulce.
*Este corte evitará que la piel de las manzanas estalle y así se mantendrán enteras.
Un abrazo.
Qué exitazo de hilo. Enhorabuena, Madri, va a romper usted todos los registros de participación. Para aquellos que les guste, esto va a ser una fuente de conocimiento de muchísimos quilates. Lástima que yo no me trabaje esta especialidad. De hecho, por mantener mi espíritu de colaboración, me ofrezco voluntario para abrir un subhilo que podría bien llamarse «COCINA BÁSICA PARA FLOJOS». Para que se hagan una idea, en su recetario no existen verbos tales como rehogar, empochar, escalfar, picar, sofreir…. Nada que suponga más de dos minutos dedicados a lo mismo. A lo máximo que se llega es a descongelar, calentar, salpimentar, freir o cocer. Poco más.
Y porque aun nadie me ha llamado cobarde, aquí está mi primera receta:
SOLOMILLO PAVONERO.
-Acuda al supermercado más próximo a su casa y compre un solomillo de pavo, de esos que están estuchados ya. (No se le ocurra ir a la carnicería porque tendrá que guardar cola). Uno de casi un tercio de kilo sale por algo más de dos euros.
-Ya que está allí, se lleva (si no recuerda que lo tenga en casa) unos ajitos y un tetrabrik* de vino blanco. ¡Ah!, importante: y una pieza de pan, tipo viena.
-Limpie de algún restillo de grasa que pueda traer y córtelo en tres pedazos por si tiene usted una sartén pequeña. Añada una mijita de sal.
-Eche en esa sartén un poquito de aceite de oliva pero no virgen, y menos todavía que sea extra, que por muy de moda que esté tiene demasiado sabor para freír. (Al menos para mi delicado paladar). Encienda la candela.
-Cuando empiece eso a echar humo, que el aceite esté bastante caliente, deposite con suavidad los trozos y deles vuelta y vuelta, que cojan color tostadito por fuera pero queden crudos por dentro.
-Añada un chorreón de vino blanco y un par de dientes de ajo cortados medianamente, ni muy chicos ni casi enteros. Deje un rato hacer chup chup dándoles vuelta de vez en vez.
-Cuando el jugo esté casi embebido, sirva en un plato echándole la salsita por encima.
-Maride con un tinto. Si es primero de mes, vale la pena que sea un crianza.
-Ah, ya sabía yo que el pan era para algo: no se prive, migue en la salsa y juegue a los barquitos. Eso está pa morí.
¡Bon apetit!
*Bonus track: ¿Recuerdan ustedes por qué estos recipientes tienen ese nombre? ¿Sí? Porque los primeros que se hicieron eran tetraedros, no paralelepípedos como ahora.
¿Para flojos dice usted? A mí no me lo parece, pues la fase del proyecto, elaboración y acompañamiento requiere un esfuerzo. Bueno, bonito y barato. Así da gusto. En cuanto me acerque al súper, hago el experimento.
El arte culinario maridado (¿se puede usar «maridar» aquí?) con lecciones de geometría. Sin palabras. Le agradezco que nos haga recordar estas cosas,
Pasad un buen fin de semana.
Un abrazo a todos.
Ya tiene otra suscriptora para ese subhilo, Milord. Es una estupenda idea y, además, ese estilo de cocina va mucho con lo único que he podido o decidido hacer en muchas ocasiones. Lo barato, rápido y bueno triunfa siempre, para mí está claro.
Vaya recetas buenas, Madri y todos. Un lujazo aprender de vosotros.
Ajajá, pues quede usted entonces expectante ante mi próxima entrega: MEJILLONES CARMELITAS. En breve. (Visiten el ambigú).
Hola amigos:
Ahora os escribo con prisas y seguro que me dejo algo. Ya repasaré mañana o pasado, pero de momento quiero agradecer todas las recetas de «postres rápidos». Me gustan casi todas, pero la primera que pondré en práctica es la de las manzanas asadas. He comido un par de veces pero nunca se me había ocurrido ponerlas. Me parece ideal.
Gracias, Madri, por los consejos sobre las berenjenas. Me encanta la escalivada y no me voy a dar por vencida. Ya os contaré el día que me salgan bien.
En cuanto al «roast pork», se asa durante 70 minutos/kilo a 180ºC, aumentando a 220ºC durante los últimos 20 minutos para que esté a punto el «crackling». Si aún así no está lo suficientemente crujiente, se puede dar un golpe de «grill», pero hay que vigilarlo de cerca ¡porque en un par de minutos se te puede carbonizar todo!
Milord, ¿dónde está ese subhilo? Adelante con él. No es que seamos «flojos» pero, efectivamente, a veces lo sencillo es lo más rico.
Eso me recuerda a una receta que me ensenaron hace años de «lomo con leche». Básicamente, se asa ligeramente una tira de lomo (echándole sal por fuera) sumergido en leche. Se deja enfriar y se parte en lonchas de casi un centímetro. Se vuelven a tapar con leche las lonchas en una fuente más amplia y se le da otro toque de horno hasta que se ponga un poco dorado. Y punto. No lleva ni cebolla, ni ajo, ni hierbas, ni vino, ni ná, y está riquísimo. Eso sí, no es apto para los que no pueden ver un poco de «nata» encima de su café.
¡Que aproveche!
A ver, esos internacionalmente reconocidos mejillones carmelitas cuya receta tengo el gusto de desvelar, y ustedes el honor de descubrir, para deleite de futuras generaciones:
-Se pillan un puñado de mejillones -en cantidad variable en función del número de comensales- del lugar que les merezca mayor confianza.
-Los echan en el fregadero para pegarles un recio fregoteo: bajo el chorro del agua los refriegan entre ellos para eliminar escorias de sus conchas. Y no olvide arrancar aquellas barbas que sobresalgan de sus valvas.
-Una vez así aseados, pónganlos en un cacharro al fuego con un dedo de agua. (En horizontal, no vertical, no me sean ustedes brutos).
-Y aquí llega el momento crucial, el momento álgido que da sentido a esta magistral forma de preparar los mejillones: le echan ustedes un par de hojas de laurel, pero no cualquier laurel. Debe ser de la marca «Carmencita», tal como muestra mi archivo adjunto. De ahí la nomenclatura de la receta. Si fuera laurel marca «Francisco», la receta se llamaría Mejillones franciscanos. Que el laurel se llama «Ignacito», pues serían Mejillones ignacianos. Y así hasta que se aburran.
-Le ponen ustedes la tapa al cacharro y esperan que el calor haga su trabajo. Los mejillones irán abriéndose paulatinamente (deben de remover algo para unificar la toma calorífica) y cuando vean que todos lo están, viertan al chino para desprenderse del agua hirviente.
-Dejen reposar un poco para aliviar el calor y tomen tal cual. ¡No se les ocurra echarles limón! El sutil sabor carmelita que les deja nuestro laurel los hace identificables incluso en la total oscuridad.
Mariden con un vino blanco bien frío de las costas gallegas.
Bon apetit. ¡Hips!
Buenas tardes a todos.
A nibbles le agradezco muchísimo lo bien que explica cómo se hacen las cosas, y tomo buena nota de la temperatura del horno y de los tiempos necesarios para conseguir ese «crackling» tan apetitoso de cualquier asado de cerdo. Estoy deseando que pase este calor del verano para cocinar en serio y poder estrenar todos vuestros consejos.
Y haciendo mías las palabras de Escarlata O’Hara, pongo a Dios por testigo de que los «mejillones a la carmelita» que nos ha propuesto Milord están riquísimos.
Las conchas de los mejillones se limpian muy bien dándoles una pasadita con un estropajo de alambre, tipo Nanas®.
Un abrazo
Caramba, Madri, ¿de veras que los ha probado? ¿Y encima le ha gustado? Qué orgulloso me encuentro. Me siento como novato distinguido. De aquí a nada le meto mano a mi primera estrella Michelín.
(No dudo que dándole con el estropajo ese que publicita, y del que lleva la distribución comercial por su zona, queden más limpios. Y si los echara un rato en agua regia seguro que terminarían impolutos. Pero recuerde que hablamos de preparar comida con el mínimo esfuerzo, sin caer en intoxicaciones. Ese es el mérito de este subhilo).
Gracias por su atención.
(Próxima entrega: Dorada salada exprés)